Luchador del Barrio Bravo

23/01/2015 04:30 El Hijo del Santo Actualizada 23:50
 
Platicar de su niñez con el periodista y amigo Ricardo Rocha es como escuchar las letras de las canciones del gran Chava Flores,  pues con enorme emoción recuerda sus años de niño en el barrio de Tepito. 
 
 
Cuando me cuenta de aquellos días de Sábado Distrito Federal en  La esquina de mi barrio, En México, veía enamorado El retrato de Manuela, con quien asistía a Los quince años de Espergencia o a La boda de la vecindad.  Y aquella ocasión cuando fui con mis padres a “La casa de Lupe” quien gritaba inconsolable Cerró sus ojitos Cleto y que entonces los vecinos hacían cooperacha para el velorio, para El bautizo de Cheto o para La tertulia. 
 
Estos títulos de las canciones fueron realmente sacados de la vida cotidiana de ese barrio bravo,  pues era un lugar con lecciones de solidaridad formidables: cuando se moría un vecino todos cooperaban. Mi padre y mi mamá ganaban Peso sobre peso trabajando en aquel Mi México de ayer”. 
 
 
Todo esto sucedía en  sus años de infancia en el barrio bravo, lugar en que Ricardo nació, del que tiene grandes y bellos recuerdos y en el que vivió hasta los 11 años. También es un lugar que defiende como suyo y en donde aprendió a tener la capacidad de sobrevivir, de eludir el alcoholismo y la drogadicción. 
 
 
inter No niega que existe violencia;  sin embargo, Tepito se caracteriza por cosas más humanas y solidarias, así como por su enorme historia. Incluso antes de la llegada de los españoles, en la gran Tenochtitlán ya se dedicaban  al comercio como lo hacen hasta el día de hoy.  
 
Ricardo siempre ha dicho que no sólo le duele sino que le parece muy injusta la estigmatización de que todos los tepiteños necesariamente sean delincuentes, aunque no niega que en Tepito hay delincuencia.
Pero no es justo que a la gente del barrio, (donde por cierto está la estatua de El Santo) se le generalice y yo le doy la razón,  porque  malhechores hay en todas partes no sólo en ese tradicional barrio que yo diría que quien no lo conoce, no conoce México. 
 
La historia de su familia es como de telenovela, pues sus padres fueron muy ricos en Guadalajara y  una tragedia familiar los dejó prácticamente en la miseria. Llegaron a vivir a México y su madre, después de ser una gran ama de casa, trabajó de costurera. Desde niño fue un gran aficionado a la lucha libre y además tenía muy cerca de su casa  la histórica Arena Coliseo.
 
Un día, Ricardo me contó la siguiente historia: “Cuando yo era aún muy niño, una vez fuimos mi papá y yo por mi mamá  que saldría tarde del trabajo. Entonces me senté a esperarla en uno de los pasillos de aquella vieja vecindad, recuerdo que de entre las sombras salió un hombre que me preguntó si era yo el hijo de la costurera, le contesté que sí y me quedé con la boca abierta cuando descubrí que ese señor llevaba una máscara de plata y era, ni más ni menos, El Santo. Jamás olvidaré que ese gran ídolo de la lucha libre, de las historietas y del cine, acarició con ternura mi cabeza y me regaló cinco  pesos, dinero con el que pude por fin comprar mi colección de estampillas de luchadores. 
 
“Corrí hasta el taller de costura para platicarle a mi mamá lo sucedido y ella muy orgullosa me enseñó una capa plateada con el cuello de terciopelo rojo que había fabricado  para él. Si duda alguna mi mayor y más entrañable recuerdo fue descubrir que mi mamá hacía las capas de El Santo y los vestidos de las famosas cantantes Avelina y María Luisa Landín”. 
 
Ricardo, además de ser un gran periodista, es un gran conversador y desde hace muchos años es un buen amigo mío.
 
“Hoy mi México es lindo como nunca lo fue, pero cuando era niño tenía mi México un no sé que” 
Chava Flores.  
 
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras. Escríbeme a: 
 
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