De manteles largos

20/02/2015 04:30 El Hijo del Santo Actualizada 23:06
 
Un día como hoy, 17 de febrero del año... bueno, eso es lo de menos (decía mi papá que El Santo no tenía edad y yo debo seguir su ejemplo), nació un hermoso varoncito que trajo una enorme felicidad a la numerosa familia que lo esperaba con enorme placer.
 
¡No sabían si sería niño o niña! En ese tiempo no existía nada para corroborar el sexo del bebé antes de nacer, sólo la intuición de la madre podía acercarse a lo que cargaría en su vientre durante el embarazo. También estaba la creencias de que si la panza era picuda sería un varón y si tenía una forma redonda nacería una mujer, pero sin certeza absoluta.
 
Éramos entonces cuatro hombres y cinco mujeres. De hecho, antes de mí, mis padres habían tenido tres mujercitas seguidas, así que las apuestas estaban al máximo entre los tíos y los compadres.
 
Mi padre, que era del signo zodiacal Libra, deseaba que naciera un hombre para nivelar la balanza que representaba su signo zodiacal. Mi madre decía que lo que Dios le mandara, siempre y cuando naciera sano y completo. 
 
Cuando el doctor les dio la noticia de que había nacido un varón, mi padre fue el más feliz. Él ya era un hombre exitoso y gozaba de enorme fama;  sin embargo,  él me bautizó como  Tortudo,  pues decía que al nacer yo traía una gran torta bajo el brazo.
 
En esa época de su vida deportiva mi padre se convertiría en luchador técnico,  lo cual implicaría en su carrera una enorme popularidad. A la vez filmaba una de sus películas consentidas, quizá la más representativa, la más exitosa, la más taquillera y la  que lo llevaría a ser mundialmente conocido y cuyo film lo presentaría en el Festival de Cine Fantástico, en San Sebastián España.  
 
Mi niñez  fue muy bonita, fui un niño consentido por todos y gocé de todo lo que un chamaquito puede desear: amor, amigos, hermanos cariñosos, unos padres excepcionales.
 Sin embargo,  yo me sentía solo, pues mi padre viajaba demasiado y mi madre tenía que hacerse cargo de su numerosa familia. 
 
Pero Dios fue desde entonces muy generoso conmigo y mi papá se unió muchísimo a mí;  de hecho, de los 10 hermanos, conmigo fue con quien mi papá más jugó en la infancia. 
Me invitó a filmar junto a él algunas de sus películas, estábamos juntos casi las 24 horas del día y eso me hacía completamente feliz, ya que no había nada más importante que estar a su lado.
 
De igual manera sucedió con mi madre, pues mis hermanos mayores empezaron a emigrar del hogar y yo me convertí en su gran compañero. Hoy,  después de dar un recorrido a lo largo de mi vida,  llego a la conclusión de que me siento satisfecho y orgulloso de la edad que estoy cumpliendo, porque gracias a Dios estoy bien físicamente y  en general me siento sano. 
 
Basta ver en las calles de México y del mundo a tantas y tantas personas postradas en una silla de ruedas, en una cama o,  los más afortunados, caminando con la ayuda de un par de muletas. 
 
 
FUERZAS OSCURAS. Esto es una bendición de la cual le doy gracias a mi Dios, pues a pesar de tener una lesión en la médula espinal puedo mover todo mi cuerpo, caminar, saltar, correr y no siento ningún tipo de dolor, incluso no he perdido un ápice de fuerza en mis extremidades.
Por cierto, hay quienes dicen que mis males se deben a una terrible brujería, pero de eso les hablaré en otra ocasión.
 
Con todo y todo, me siento realizado y sumamente satisfecho porque hasta el día de hoy he logrado todos mis sueños. Terminé una carrera universitaria, logré representar al personaje de El Santo con éxito rebasando las expectativas de mi padre, de la prensa, del público e incluso las mías. 
 
He llevado una vida plena gozando de todo lo que hago, aprendiendo de cada fracaso, de cada derrota para ser cada día mejor deportista y mejor ser humano. Soy un hombre sumamente afortunado y sigo intentado, en mi día a día,  permanecer en un estado de felicidad, gratitud y gozo. 
 
Nos leemos la próxima semana  para que hablemos sin máscaras. 
 
fEl Hijo del Santo
 
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