Hay esperanzas de que Mily esté viva

23/06/2015 03:00 Lydiette Carrión Actualizada 03:00
 

Milynali Piña Pérez  tenía 13 años cuando fue secuestrada con tres de sus primos y su tío materno. Hoy debe tener 16 años y hay indicios de que podría estar viva.

Tamuín, en San Luis Potosí, es un pueblo de la huasteca potosina a pocos kilómetros de los límites con Tamaulipas. Dicen que es una comunidad tranquila, en comparación con las ciudades cercanas, como Mante, Tamaulipas, devastada por el crimen organizado y el narcotráfico. Ahí en Tamuín, Milynali vivía con su mamá, Graciela Pérez, y una enorme familia materna, primos, tíos, encabezados por la abuela, una mujer muy católica y gran cocinera. Quizá por su influencia es que la niña quería ser chef.

Ese agosto de 2012, uno de los tíos, Ignacio Pérez Rodríguez, de 54 años, se llevó a su hijo, Aldo de Jesús Pérez Salazar, de 22 años, y a los hijos de sus hermanas, Alexis y Arturo Domínguez Pérez, de 18 y 22 años, respectivamente, y por su puesto a Milynali, de viaje a Texas (unas seis horas en auto). Era un viaje que hacían todos los años; Ignacio les compraba la ropa que usarían durante el ciclo escolar, mochilas, útiles.

El 14 de agosto de 2012 ya iban de regreso, con la pick up cargada de compras y, sobre todo, regalos que las familias de Tamuín que viven en Texas enviaron a sus seres queridos. Todos llevaban celular. Los primos avisaron cuando cruzaron la frontera y conforme avanzaron en territorio mexicano. La última llamada la hizo uno de los muchachos, a la mamá: le dijo que ya iban “a la altura de Mante”. Pasaban de las seis de la tarde, la familia calculó que llegarían a Tamuín a más tardar a las 8:30 de la noche. Pero nunca llegaron.

A las cinco de la mañana del día siguiente, la familia se trasladó a Mante a interponer una denuncia. Los ministeriales les aconsejaron permanecer en silencio y esperar una llamada pidiendo rescate. Pero la llamada jamás llegó.

Al noveno día, Graciela se cansó de esperar, supo que más bien estaba perdiendo el tiempo. Acudió al batallón localizado en Mante. Llevó fotografías de Mily, su hermano y sobrinos. Los soldados le dijeron que ellos no podían investigar. Graciela respondió: “Sé que ustedes no pueden investigar, pero también sé que son ustedes quienes detienen a los delincuentes, sólo les pido que muestren las fotografías a sus detenidos, para ver si alguno los reconoce y quiere hablar”.

PRIMERAS SEÑALES.  Dos meses después, en octubre, el Ejército la llamó. Habían agarrado a un hombre cuando mantenía a cinco personas secuestradas. Él dijo haber reconocido a Mily. Él había participado en el secuestro de la familia. Habían dividido a las víctimas en tres grupos; a Mily se la habían llevado sola, ya que uno de los líderes la quería “para él”. Esta persona detenida habría sido el responsible de llevarla a otra ciudad. Él habló de personajes involucrados, líderes del crimen organizado en la region, dos mujeres también involucradas. De sus primos y tíos, no hay más pistas desde entonces.

Un año después, un grupo de adolescentes fue detenido. Uno de ellos reconoció a Mily. Dijo que la muchacha se les había escapado dos semanas atrás”.

El mismo grupo señaló un lugar, lleno de casas de seguridad y deshuesaderos clandestinos. Ahí fueron halladas partes de la camioneta en la que viajaba la familia, en una zona de brechas conocida como La Morita, un lugar muy cerca de la carretera rumbo a Tamuín.

En marzo de 2014, una persona dijo reconocerla en un antro de la región. La relacionó con una mujer que había sido vinculada desde el inicio con el caso, una mujer que, en los tiempos en que Mily fue secuestrada, era novia de uno de los líderes. Se habló de trabajo forzado, esclavitud. Esta mujer hasta la fecha está libre. Las autoridades no han logrado fincarle cargos.

Desde hace un año aproximadamente no hay pistas nuevas. Mily debe tener 16 años, su madre, Graciela, tiene grabada en el celular la dulce voz de su hija, y mantiene el cuarto de ella tal como lo dejó.

 

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