Ni rastro de valeria, tras ver a su ex

La roja 22/03/2016 13:01 Lydiette Carrión Actualizada 10:11
 

Valeria García Gutiérrez, de 22 años, pasó la mañana del sábado 24 de octubre de 2015 en la fábrica donde trabajaba como obrera, una empresa en la nave industrial de Cuautitlán México donde se imprimen cajas de cereales y otros.

La semana había sido álgida: estaba separándose de su pareja, y ya habían terminado las negociaciones sobre la pensión alimenticia de su hija, una nenita que no había cumplido los dos años. Por lo mismo, recientemente Valeria se había mudado a casa de una tía, muy cerca —a unos 10 minutos— de casa de su mamá, Verónica Beatriz Gutiérrez, quien cuenta esta historia.

Casi al final de la jornada, antes de las tres de la tarde, Valeria preguntó a dos de sus compañeros si querían ir a tomar una cerveza. Tenía la tarde libre, ya que su hijita estaba desde el viernes con el papá, su ex. Los compañeros de trabajo declinaron la invitación, ya tenían otros compromisos. Valeria probablemente llamó a otra amiga, ya que en la fábrica la vieron con una mujer joven, pero que nadie en el trabajo conocía.

Así, Valeria se alejó caminando: tez morena clara, cabello quebrado oscuro, 1.60 metros aproximadamente, delgada. Vestía un pantalón de mezclilla liso rojo, una blusa negra sin mangas y unos botines negros. 

A las diez de la noche del mismo sábado, Valeria llamó a su tía. “Tía, voy a ver a este chavo porque me acaba de avisar que la niña está muy enferma”.

—¿Cómo que está muy enferma? Si tú la entregaste bien.

—Pues sí. Yo le aviso en qué acaba esto.

Valeria se dirigió a la casa del ex, en Tultitlán. Pero después de eso ya no llamó, ni regresó a casa ni contestó el teléfono.

Al día siguiente el ex se presentó a la casa para entregar a la niña —quien por cierto se encontraba bien de salud— y preguntó por Valeria.

—¿No estaba contigo?, preguntó la tía.

—No. Ayer ella llegó a la casa y dijo que yo la había llamado, lo que no es cierto, aseguró el joven. “Yo le dije que no la había llamado, pero ella llegó bien tomada. Me contestó que estaba harta de todo, harta de la vida y que ya no quería saber de nadie. En una de esas yo me distraje y ella se echó a correr. Vi que se subió a un Tsuru blanco sin placas; parecía un taxi”.

La tía intentó llamar a Valeria, pero el teléfono enviaba a buzón. Nunca más ha sido activado. Fue entonces que avisaron a la mamá, Verónica Beatriz. Ella interpuso una denuncia por la desaparición en la fiscalía de Cuautitlán México. Y ahí, Verónica Beatriz aprendió que en el municipio de Cuautitlán hay muchos casos similares, jovencitas y muchachas que desaparecen. “Cuautitlán México es la única fiscalía que ve esos casos, pero sólo tiene dos agentes”. Y agrega: “Es tan ineficiente este sistema que tenemos que pelear contra la gente que se supone nos tiene que ayudar”.

Así que Verónica tuvo que hacer lo que la mayoría de las madres con hijas desaparecidas: se convirtió en investigadora. Ella entrevistó a los compañeros de trabajo de su hija, a quien describieron como una joven “reservada y seria”. Así fue que supo que ella se había ido con otra muchacha. Pero también le dijeron algo más: ese sábado, antes de la salida, su ex fue a buscarla. Ellos hablaron, pero Valeria no se fue con él.

Hasta la fecha, el teléfono de Valeria permanece apagado; no se han investigado las líneas de investigación ni los indicios que hay. La hijita de Valeria sigue preguntando por su mamá.

“Es tan ineficiente este sistema que tenemos que pelear contra la gente que se supone nos tiene que ayudar”.

 Verónica Beatriz Gutiérrez

Madre de Valeria

 

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