Ninguna autoridad busca ya a Celeni

19/08/2014 03:00 Lydiette Carrión Actualizada 22:29
 

Celeni Catalán Cisneros desapareció el 12 de agosto de 2013, en Chilpancingo, cuando tenía 17 años. Durante 10 días se comunicó constantemente con su familia. Un pariente la vio fugazmente el 24 de 

Celeni Catalán Cisneros desapareció el 12 de agosto de 2013, en Chilpancingo, cuando tenía 17 años. Durante 10 días se comunicó constantemente con su familia. Un pariente la vio fugazmente el 24 de agosto. Desde entonces, la muchacha no volvió a llamar ni a ponerse en contacto con nadie. En las investigaciones se vincula al hombre que se la llevó con posible trata de personas. Edith Cisneros, madre de Celeni, decide hablar de la desaparición de su hija, pero lo hace con miedo porque allá en Guerrero “usted no sabe cómo están las cosas”, explica. “Matan diario a mujeres, niños, se meten con la familia”. Pero ella está desesperada y quiere encontrar a su hija, así que relata las circunstancias en las que se la llevaron.

El 12 de agosto de 2013, a las 9 de la mañana, Celeni salió de Jaleaca de Catalán, un pueblito a cinco o seis horas de la capital de Chilpancingo, a donde se dirigía. El 13 tenía una consulta dermatológica. Efectivamente llegó a Chilpo (como llaman a la capital de ese estado), se presentó en casa de una tía, se bañó y avisó que iría al Liverpool; quería comprar una bolsa, ya que al mes siguiente entraría a la Universidad. Ya no regresó.

A la mañana siguiente la tía la llamó por teléfono: “Tu hija no aparece”. Edith inmediatamente viajó a Chilpancingo. Sin embargo, para cuando llegó, su hermana la tranquilizó: “No te preocupes, ya se comunicó”, le dijo.

Desde un número desconocido, la muchacha había enviado mensajes de WhatsApp a un hermano suyo, donde explicó que se encontraba bien. En los siguientes días, Celeni siguió enviando mensajes a su hermano desde el nuevo celular. Ahí explicaba que no se podía comunicar de otra forma, le suplicaba a su madre que ya no la buscara, que se regresara a su pueblo, en la sierra, y que en poco tiempo una persona la visitaría: el hombre con el que estaba. En los mensajes, Celeni aseguraba que él iba a ser su esposo.

Después, Celeni llamó a su madre. Preguntaba por el hermanito más chico, decía que no podía hablar fuerte porque la iban a escuchar. Cosas así. Un día la madre le exigió que la comunicara con el hombre. Tras mucho discutir, Celeni aceptó con reticencia. Un hombre de voz áspera, con acento de la costa, habló:

—Tu hija está conmigo, me voy a casar con ella.

—Yo estuve en Chilpancingo ¿por qué no me buscaste?

“VAS A HACER LO QUE DIGA”
—No voy a hacer lo que digas, vas a hacer lo que diga. —Pues la tienes a ella, entonces mandas tú, pon la fecha.

El hombre dijo que se verían el 29 de agosto, en Chilpo. Pasaron los días. En una de las tantas llamadas, Celeni dijo a su madre estar arrepentida, pero que no podía explicar lo que pasaba. Otro día le comentó que estaba planchando una camisa, pero no hallaba cómo hacerlo bien. “La voy a hacer bolita y la voy a aventar al panteón”, sentenció la muchacha.

—¿Estás por el panteón?

—Espera, deja veo si la ventana está cerrada, y si me oyen, respondió la muchacha.

Le comentó que era una casa color melón de dos pisos, cerca del panteón. Pertenecía a un hombre de nombre Íñigo (a quien después localizaron y efectivamente vive en dicha casa, pero negó conocer a Celeni).

El 24 de agosto fue la última vez que se comunicó con su mamá y que alguien la vio. Ese día llegó corriendo a casa de la tía a recoger una bolsa. “¿A dónde vas, no te vayas”, le suplicó la tía.

—Luego regreso, tía, prometió la joven.

Pero nunca más llamó ni envió mensaje alguno.

Indagando, la familia sabe que el hombre que se la llevó se hacía llamar Fernando Luna. Unos dicen que es del DF, otros afirman que es de la costa. Ahora en Chilpo muchas personas dicen que ese hombre está muerto; otros más lo vinculan con la trata de personas. Ninguna autoridad busca a Celeni. Ha pasado un año, y ella no ha llamado.

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