Olvidan desaparición de María Dolores

14/10/2014 03:00 Lydiette Carrión Actualizada 16:46
 

María Dolores Rizo Juárez desapareció el 22 de diciembre de 2012 cuando tenía 47 años. Las autoridades jamás investigaron, denuncian sus hijos. Todos sospechan que alguien en la familia le hizo algo. Marisol Méndez Fuente es la hija mayor de María Dolores. “No sabemos si se la llevaron o si le pasó algo en casa. Las autoridades no hicieron el trabajo que debían hacer. Dejaron la investigación olvidada meses. Y al retomarla había muchas cosas que ya habían pasado. Y después nuevamente llevaron el caso al olvido”.

María Dolores trabajaba en un comedor industrial. Cada mañana debía salir alrededor de las 6:30 de la mañana desde su hogar en Santa Isabel Ixtapa, en el municipio de San Mateo Atenco. Casi siempre tomaba dos transportes para evitar un trayecto que a esas horas estaba muy solo, a menos, claro, de que fuera acompañada con amigas o compañeras.

María vivía con su marido, José, y dos de sus hijos: Sergio y Alejandro, éste último el más joven, de 16 años. Pero la noche entre el 21 y 22 de diciembre de 2012 los esposos estuvieron solos. Sergio estaba de visita en casa de sus suegros y Alejandro se había ido de vacaciones con Adrián, el hermano mayor. Ambos tomaron un autobús rumbo a Acapulco. Pisaron el puerto la madrugada del 22. Adrián marcó a la madre para avisarle que habían llegado con bien. Marcó cuatro veces. Nadie contestó. A la quinta respondió el padre. Adrián preguntó por María.

—Tu mamá está totalmente dormida, reviró José.

Adrián se extrañó. Desde hacía tiempo ya sus padres dormían en habitaciones separadas. Habían decidido separarse y, de hecho, era un acuerdo, el padre se iría de casa en enero. Por eso le sorprendió que José contestara el celular de María.

El 22 de diciembre a las 10 de la noche, Marisol, quien vivía aparte, recibió una llamada de su hermano Sergio: —Oye Mari mi mamá no ha llegado de trabajar. ¿No sabes algo de ella?.

—¿Cómo?, no. Deja le marco, dijo.

El celular de María estaba apagado. Desde entonces, hermanos, tíos, toda la familia comenzó a buscarla.

Al día siguiente, 23 de diciembre, Sergio y su padre salieron muy temprano a buscar indicios en el posible trayecto de Mari. Preguntaron en el transporte público y luego revisaron el camino que ella casi nunca tomaba, el camino viejo a Tepexpan. Ahí el padre encontró cosas que, aseguró, pertenecían a su esposa: un frasco de crema, un cepillo de dientes y dos toallas femeninas.

Pero lo extraño, explica Marisol, es que todas esas cosas estaban limpias. Es decir, supuestamente habrían pasado 24 horas desde que las tiraron. Y ese camino es de terracería. No tenían nada de polvo encima. Marisol llegó más tarde al camino viejo a Tepexpan. Tomó fotos de las supuestas pertenencias y llamó a la policía. Éstos aseguraron que enviarían peritos. Nunca llegaron.

Las autoridades no investigaron las pertenencias, no revisaron el domicilio, no sacaron sábana de llamadas, no intentaron la radiolocalización del celular.

“En Texcoco tuvimos que meter una queja ante el gobernador Eruviel Ávila contra las autoridades municipales. Entonces sí empezaron a citar a declarar. Pero fue hasta marzo de 2013, tres meses después de la desaparición, y sólo por la atención del gobernador a la queja”.

“Para entonces yo también ya había ido a la Comisión de Derechos Humanos”, explica la hija. “Las autoridades no estaban trabajando y el judicial Jaime Morales me dijo que iba a seguir con la investigación, pero que retirara la queja ante derechos humanos”.

Actualmente, Jaime Morales ya no es judicial, ha sido ascendido a comandante. Morales canalizó la carpeta del caso a la mesa donde se investigan robos y asesinatos. “¿Por qué?”, cuestiona la hija, “debería estar en el área de desaparecidos”.

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