Recuperan a su bebé, pero Perla no aparece

09/09/2014 03:00 Lydiette Carrión Actualizada 21:43
 

El señor Mario Bolaños vio por última vez a su hija Perla Alondra Bolaños Cruz, de 22 años, el 22 de julio de 2014 alrededor de las 11 de la noche. Se vieron en la casita que le había prestado a ella y a su esposo Alfredo, de 24 años. Dicha vivienda se encuentra en el pueblo de San Lorenzo Huehuetitlán, municipio de Santiago Tianguistenco, estado de México. El 25 de julio, Mario recibió una llamada de Alfredo. Éste dijo algo así como: “Tu hija se fue con un fulano. Tu nieta está conmigo”.

Mario y otros miembros de la familia inmediatamente se trasladaron a San Lorenzo. Ahí, Alfredo cambió la versión: dijo que como Perla lo había abandonado él había decidido dejar a la niña en el DIF de Santiago.

Mario le contestó: “Súbete al auto. Vamos inmediatamente por la bebé”.

En el camino Alfredo volvió a cambiar la versión. No la había dejado en el DIF, sino que había solicitado la ayuda de unos patrulleros y éstos lo habían escoltaron hasta el DIF de Toluca. Entonces suegro y yerno tomaron rumbo a la capital mexiquense. Ahí, en carretera, Alfredo aseguró que sabía dónde estaba Perla.

—Yo conozco al fulano con el que se largó, dijo.

—Llévame con ella, rogó el suegro.

Alfredo entonces matizó: “Bueno, no sé exactamente dónde está. Yo sólo seguí al fulano”.

Quizá a Mario le extrañó que Alfredo cambiara constantemente su versión. Pero en ese momento le urgía rescatar a la nieta. Se limitó a pedirle las llaves de la casa que él había prestado. Cuando llegaron a Toluca se encontraron con que en efecto ahí estaba la niña, pero en calidad de desconocida y “sin nombre”.

Para recuperarla la familia debía hacer varios trámites en la llamada “Casa Rosa” de la Procuraduría mexiquense. El abuelo y otros familiares se dirigieron ahí y pasaron varias horas haciendo trámites, los cuales apenas empezaban, pues les llevaría más de un mes recuperar a su nieta y después denunciaron la desaparición de Perla.

encontraron restos de sangre
Mientras, Alfredo se retiró, regresó a la casa en el pueblo. Como no tenía llave se saltó la barda. Fue denunciado y detenido por portación ilegal de armas (traía un cuchillo). Pero al día siguiente fue puesto en libertad y huyó de la región con rumbo a Salamanca, Guanajuato.En la siguiente semana, primos, hermanos y tíos de Perla, la buscaron por la zona: pegaron volantes, peinaron terrenos aledaños. Cinco primos de ella, jovencitos de entre 16 y 18 años, revisaron la casa en busca de evidencia y así notaron que había restos de sangre en el baño, sobre las paredes y en la jabonera, y en la recámara.

Para el 28 de julio, peritos llevaron perros entrenados en la búsqueda de personas muertas, dragaron un canal y un pozo cercanos a la casa. Tomaron muestras de la sangre que fue hallada (resultó no ser de Perla). Y pidieron al señor Mario que encontrara la forma de traer de regreso a su yerno para interrogarlo.

Mario decidió mentir para que Alfredo regresara: le dijo que se le necesitaba porque ya iban a entregar a la pequeña. Alfredo volvió a mediados de agosto. Fue detenido.

Alfredo declaró. Entre otras cosas dijo que no había sido su intención botar a su hija. El 25 de julio, aseguró, salió con la bebita a comprar pañales; después, en una tienda se detuvo y compró una cerveza, entonces dos policías le dijeron que era ilegal beber en la vía pública. Alfredo se puso al tú por tú y los uniformados le quitaron a la niña. Pero al revisar el expediente resultó que la niña había sido hallada detrás del palacio municipal de Santiago Tianguistengo. Alfredo fue liberado. Hace 5 días la 

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