Sergio es futbolero de casta y estaba ansioso por que ya empezara el Mundial, sobre todo porque, además, ese día era su cumpleaños. Así que llegó la fecha y todos arribamos a su casa. Yo, la primera.
Estaba por entrar el verano y el calor es intenso; así que fui vestida lo más vaporosa posible, ya que, después del partido inaugural, saldríamos a la alberca que está en el fraccionamiento.
Llegué con la promesa de que le ayudaría a preparar lo necesario; carne, quesos, bebidas y botanas estaban a punto de quedar al servicio de los invitados y mientras lo alistábamos, Sergio y yo tomábamos sangría.
Pero el vino tinto empezó a hacer efecto y nuestras manos parecían más ligeras. “Qué calor”, me decía al tiempo que bebía con entusiasmo y cortaba rodajas de pan. Me acerqué a él y, por la espalda, repegué mi pecho y rodee su abdomen con mis brazos; agarré un pedazo de queso y aún atrás de él, se lo di en la boca.
Mi nula visión de sus gestos lo hacía más intenso; sentí como después de atrapar el bocado, con los labios se apoderó de mis dedos y los chupó con arrebato mientras seguía cortando pan. Mi otra mano suavizaba su ya prominente hinchazón y él continuaba saboreando mi índice.
Dejó el cuchillo en la barra y volteó para tenerme de frente. “Muy valiente por detrás, ¿no?”, me retó y me subió el faldón del vestidito veraniego, y apretó mis nalgas a la vez que, altivo, me preguntaba que qué pensaba hacerle: “Yo no; quiero que TÚ me cojas”, y en respuesta, amasó más fuerte mis glúteos.
Abrió la boca y succionó mi labio inferior con cierta furia como si mi súplica también fuera una orden. Ahora fue en su torso donderestregué mis senos y su bulto en mi vientre. Bajó las panties e introdujo su dedo medio simulando el vaivén de su miembro, y yo me contoneaba al compás del escarceo como hechizada.
Nos fuimos a la sala y en el sofá, se sentó, se quitó la playera y yo encima, bajó desde mis hombros el vestido vaporoso, quedado arriscado en mi cintura. No llevaba brasier, así que de inmediato sumergió su cara entre mis tetas y lamió codicioso.
Sin embargo, algo faltaba: “Lo olvidé y no compré condones, y va a estar difícil encontrar por estos rumbos”, me avisó jadeando.
Así que nos limitaríamos a otras suertes igualmente divertidas, y tras varios minutos de faje incontrolable, en el que él devoraba mis pechos y yo friccionaba su trozo con mi núcleo, me deslicé hacia su centro y saqué su pene, el cual rebotó como conejo de una chistera de tan duro, y le hice un oral hambriento.
Saqué su falo, usé su jugo previo para barnizarlo aún más e hincada y entre sus piernas, lo puse en medio de mis lolas y las apreté para apresar su hierro incandescente. Así inicié el sube y baja para hacerle una rusa.
Luego de un buen rato chaqueteando su carne, me sentó en el sofá y ahora él se pondría de rodillas y entre mis bubis, colocó su verga, la aprisionó juntando ambos senos y mi lengua volvió a juguetear con su puntita.
Volteé hacia el reloj y estábamos a minutos de que la gente llegara; así que me acostó, me comió el coño, toqueteando mi clítoris y me hizo venir.
Volvió a resbalar su pene entre mis tetas y explotó en mis pechos en esa tarde de Mundial.