La reina del faje

Sexo 14/09/2018 05:18 Anahita Actualizada 18:31
 

Los roces son su plato fuerte. Darlos y que se los den. Su hombre en turno debe tener un temple para aguantar como un valiente y contenerse de no pasar la raya que Miriam pinta en cada encuentro pasional.

Ella quiere el escarceo y los arrimones que enciendan su erotismo, su sensualidad; desea las fricciones sobre la ropa y algunas otras debajo de las telas para prender la chispa y así el incendio consecuente.

Los besos pueden prolongarse por largos ratos, al tiempo que las manos hacen de las suyas recorriendo sendos cuerpos, mismas que inician despacio, al ritmo de las bocas como una sinfonía de consentimientos.

Amorosa, Miriam masajea la nuca de su amante a la vez que choca sus pechos contra el tórax jadeante y acaricia la hinchazón usando su rodilla de manera magistral, mientras él mueve sus caderas incitado por los mimos en el trozo que punza debajo del pantalón.

Y así pasan las horas dentro de un coche, en la zona más oscura de un parque o en un rincón de cualquier casa o antro donde se celebre una fiesta escandalosa para darse vuelo con gemidos feroces y movimientos lascivos, pero sólo eso, porque “quien me penetre tiene que ser todo un rey”, que aún no ha llegado.

Miriam se ha especializado en caricias y besos en todos los estilos, en toques certeros y apretones infalibles para que sus amantes se sacien de ello y no echen de menos enfundar sus falos en esa cavidad que así de jugosa, es selectiva. Nadie ha entrado aún. Sólo los dedos curiosos de algún amigo con derecho ante tanta lujuria varias tardes en un baño o salón de clases en la universidad.

Los abrazos y estregones imitan posiciones como si en horizontal ambos cuerpos se revolcaran desnudos y en la cama.

En el auto, sus senos se liberan y a su antojo los devora el chico en turno, mientras ella encima de él se contonea coincidiendo los dos sexos y provoca la erección contenida sobre la ropa interior. A veces, con tales meneos hace que se vengan.

Los chicos quieren orgasmos y Miriam se los da hábilmente también con su mano en capuchón o con orales en los que se ha perfeccionado tanto como ellos, pues a la libre veinteañera la tratan como se merece.

A ellos les fascina verla correrse gracias a sus lenguas jugueteando en su clítoris, que se hincha para luego hacerla explotar. Los hombres han hallado una nueva forma de coger “más artesanalmente”, comentan entre sí. 

También se masturban frente a Miriam, que, a su vez, ella les obsequia una escena casi porno consintiéndose a sí misma, y los dos ejecutantes del ritual llegan al clímax igualmente satisfechos como si hubieran copulado.

¿Qué les dice ella cuando proponen entrar en su reservada entraña? “Es que quiero llegar virgen al matrimonio”, responde antes de soltar la carcajada que de inmediato acalla con besos y un revolcón donde quiera que a los dos les agarre el deseo.

A ellos les basta la respuesta, porque saben que tendrán divertimento fuera de lo común. “Es la reina del faje”, comentan entre sí, mientras se soban el bulto recreando los buenos momentos que han pasado junto a ella.

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