Orgasmos de Año Nuevo

Sexo 28/12/2016 05:00 Anahita Actualizada 05:07
 

Sus manos me dirigieron durante la noche, mientras bailábamos pegaditos. Las lentejuelas de mi muy corto vestido raspaban en su traje negro e impecable como si fuera el preámbulo de lo que mi piel erizada haría con la suya. Me emocionaba iniciar un nuevo año abrazada al cuerpo de Gustavo.

No éramos los únicos, parejas amorosas danzaban cadenciosas a nuestro alrededor también celebrando la apertura de otro ciclo que en pocas horas se iba a dar ante la expectación de los asistentes en la pista de baile.

El romance con movimientos casi de apareamiento en ese salón internado en un bosque fragante hacían de diciembre el mes más candente del año a través de los cuerpos elegantemente ataviados.

Las copas chocaban prometiendo buenos augurios y los besos lascivos que nos dábamos entre canción y canción nos motivaban a seguir la fiesta hasta que, dadas las 11 pm del viejo año, nos fuéramos de ahí.

Tomé el abrigo, Gustavo se robó una botella de champaña y fugitivos nos adentramos en la bella oscuridad, apenas alumbrada por el bullicio del festejo. Mis tacones se hundían en las hojarascas y me dio su brazo para no caer… Sus bíceps de los que me aferraba fueron el comienzo de mi excitación.

La fogosidad nos evadió del invierno y resguardados bajo un gran árbol con arbustos que nos hicieron casita, nos recargamos en el tronco para consumir a punta de botella la bebida burbujeante. Reíamos por la osadía y compartíamos los tragos con las bocas que nos embriagaban más.

El líquido se derramaba en su cuello y con la Luna parecían ríos brillantes que resaltaban cada pliegue de su pecho liberado de corbata y botonaduras, entretanto que su barba oscura que perlaba del elíxir se restregaba en mis hombros temblorosos.

Sometida, me quitó el abrigo y comenzó a cachondearme con un faje afanoso. Mi pierna rodeaba su cintura y su cara se hundía en mis senos, mientras lo despojaba de su camisa. El tejido sinuoso del vestido rozaba su vientre y noté que esto lo provocaba aún más.

Entonces, en mi involuntario contoneo, lo apresé para dejar mis huellas de la afrenta. Soltó un quejido, me miró y sonreí maliciosa.

Así que en venganza alzó el faldón dejándolo arriscado en mi cintura e hizo a un lado mis bragas para hurgar con sus dedos sin dejar de observarme para ver mi reacción.

Retiró su mano, saboreó sus dedos entrometidos y se sacó su miembro que se delataba con punzadas que lo hacían más magro y venoso; me volteó violento para bajar mi tanga y me abrió las piernas para que le diera mi trasero.

Una nalgada, dos, latigueó y restregó su falo en mis glúteos y después de lamerlos y morderlos, pasando su lengua en mi canal una y otra vez, lo clavó en mi vagina que escurría ardiente.

La fuerza agitaba ese gran roble que era soporte y testigo del bombeo agresivo de mi amante, hasta que se detuvo aún endiablado y me ordenó tenderme sobre el abrigo para clavarme su carne otra vez, no sin antes hacerme un oral caníbal. 

Entonces, volvió a arremeter y pujaba de gozo, mientras mis tetas sentían sus vellos gruesos, endureciendo mis pezones hasta dolerme. Mi garganta se tensaba y mis muslos se abrían a su máxima capacidad cada que él impactaba con saña su cuerpo regio, al tiempo que yo miraba las ramas meciéndose encima de nosotros.

Mis manos tomaban puñados de hierbas frescas hasta arrancarlas de sus raíces y Gustavo seguía incrustando su pene en mi grieta para darme el orgasmo que despediría el año como yo lo quería.

El reloj en su muñeca muy cerca de mi oído me recordó nuestro antojo inicial.

“¿Qué hora es?”, le pregunté a la vez que gemíamos y nos comíamos a besos.

“Vente en mi boca cuando empiece enero”, le pedí.

 

Y sin dejar de penetrarme mientras mis caderas hacían crujir las hojas secas, miró la carátula, exhausto, se zafó de mi sexo, me besó desenfrenado y se incorporó para enfrentar su trozo con mis labios.

Retiré mis cabellos de la cara y comencé la felación hasta hacerlo reventar. Su semen inundó mi boca y lo liberé para que escurriera en mis senos. “Justo a tiempo”, sentenció jadeante con el reloj ante sus ojos. “Feliz Año Nuevo”, le deseé admirándolo hincada y bañada en su leche.

 

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