Me di gusto solita

Sexo 14/09/2016 05:00 Anahita Actualizada 05:05
 

Cierro los ojos y aparece su rostro con una sonrisa que apenas se forma como malicioso incitador para mis lúbricos tocamientos.

Lo imagino de jeans, playera blanca y sin zapatos, quizás porque así será más fácil quitarle el pantalón cuando llegue la hora… A Édgar lo he visto varias veces en la cafetería de siempre y sé su nombre, gracias a sus interlocutores compartiendo la charla.

Me gusta su voz, el modo como lame la cuchara después de darle vueltas dentro de la taza y la atención caballerosa que le pone a la conversación de quien esté frente a él. 

Sin embargo, lo que más me excita es su mano derecha golpeando su muslo y luego lo soba como acto reflejo por algo que lo hace reír a carcajadas.

Pensando en todo eso que de él me fascina y luego de un día agotador con el reloj marcando las dos de la mañana, me dirigí hacia mi cuarto, a la vez que masajeaba mi cuello, y así recordé el suyo, el cual he visto desde cualquier ángulo.

De frente a mi cama, apagué la luz, me zafé la playera y las bragas, y subrepticia me hinqué en el colchón, me senté sobre mis talones y con los muslos tensos y abiertos, dejé caer mis párpados e invoqué esa sonrisa bribona que nunca me ha dado.

Deslizar mi mano desde mi frente tiene un efecto sedante, hipnótico; viajar por mi piel formando una línea divisoria tiene un fin invaluable. Esa noche, pasé mis dedos por mi nariz, por mis labios que se entreabrieron involuntarios y luego mi barbilla, el cuello y en el pecho recorrí dos rotondas, jugueteando en mis pezones.

Seguí por mi ombligo, mi vientre, me interné en mi vello consintiendo ese botón maravilloso y Édgar súbitamente llegó ya sin su playera blanca y con el cierre a punto de liberar lo que no vistió con ropa interior; se hincó frente a mí y me besó desbordado de ansiedad.

Mis dedos entraron en mi carne, mientras el imaginario visitante se regocijaba con mis senos y su falo se asomaba de los jeans en cada una de sus pulsaciones.

Entonces, mi inventiva me pidió quitarle el pantalón desde su trasero y así conocí su redondez.

Mi desdoblamiento permitió que, acostada boca arriba, él penetrara más allá de mi mente, mientras me contorsionaba por el placer que me otorgaba un vibrador.

Édgar no dejaba de restregarse en mi cuerpo y adentrarse en mi cuello, lamiendo, jadeando, al tiempo que sujetaba mis glúteos obligándome a no separar mi núcleo del suyo como si fuera posible entrar en mí todavía más.

Por momentos, abría los ojos viendo la cabecera de mi cama con cuidado de no incorporar la mirada hacia el espacio vacío de su anatomía y continuaba gozando con mi juguete, y acariciando y amasando mis curvas en cachondo movimiento.

Extasiada, me di la vuelta y dejé el simulador rosa en la mesita de noche, tomé una almohada y me monté en ella aferrándome a las mantas. A Édgar le di una vista trasera para que hiciera con ella lo que le diera la gana.

El roce constante de mi centro con la sinuosidad del cojín hizo que yo lubricara aún más; sus dedos tan míos recolectaron el jugo sedoso y con ello untó la piel que mi amante intangible estaba a punto de impactar con su vientre ardoroso, teniendo todo el control al sujetar mis caderas.

Volví a tomar el vibrador y lo pasé por mi carne viva para meterlo intempestivamente como seguro él lo haría al verme tan copiosa y tan dispuesta; tras los incesantes minutos de entrar y salir, me deshice del artefacto, me dejé caer sobre la almohada y friccioné imparable como cuando él no quería abandonar mis adentros. “Aún no”, me dije, conteniendo la detonación, pues deseaba que Édgar siguiera manoseando el pensamiento.

Así que con las sábanas revueltas, el dedo medio en mi boca y mi sexo en interacción con la textura del cojín húmedo y caliente, gemí su nombre una y otra vez cuando, por fin, reventé en un orgasmo que, de tan reprimido durante el viaje frenético de mi invención, pareció un relámpago que había entrado por la ventana.

En el silencio, mi respiración iba tomando su ritmo normal y mi pulso se amansaba poco a poco cuando descansaba y sonreía satisfecha… Sin duda, mi desconocido amigo es una de las más excitantes fantasías en días de tensión y noches de insomnio.

 

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