Disfruté su saxofón ardiente

Sexo 12/10/2016 05:00 Anahita Actualizada 05:05
 

Gracias a la sombría ambientación del salón con mesas alumbradas por velitas dentro de pequeños vasos, Juan sobresalía por el destello de su saxo que se proyectaba en los rostros de la audiencia. Yo, en primera fila, lo contemplaba.

Pocas veces abría los ojos; la concentración lo sumergía en un mundo que ni los más aficionados al jazz melodioso podíamos entender; su cara era una fuente inquieta de gestos al emitir cada nota, mientras soplaba a través de la boquilla.

¿Qué pasión podría guardar un hombre que apenas se movía en el escenario? Su figura esbelta y esas manos ágiles golpeando las llaves del instrumento me mostraban enigmas que quise descubrir aquella noche.

Y me entregué a la música sin dejar de mirarlo. Pero las mujeres siempre nos las arreglamos para lanzar señales encubiertas de falsa inocencia y le tiré una sonrisa de esas que invitan a ser correspondidas, coquetas, seductoras, al tiempo que cruzaba las piernas y dejaba ver mi muslo a través de la abertura de la falda.

“¿Cuántas chicas no se le han insinuado de igual modo?”, me pregunté; “espero tener la suerte de las que lograron convencerlo”. Hasta el final del íntimo concierto, me pagó la sonrisa sentándose en mi mesa.

Como si hubiera despertado de un profundo letargo, apoyó su codo en la superficie, posó su barbilla en la mano y muy cerca de mí preguntó que si me había gustado el show, “mucho”, le dije bajo el relax que me brindó la ginebra; le dio un trago a mi vaso y acarició mi rodilla ensimismado en ella. La contempló y consintió durante un rato y no hice más que responder al cariño.

Pasé mis dedos por el cabello que cubría sus sienes, levantó la mirada hacia la mía y cerró los ojos; comenzó a tamborilear en mi muslo al compás de la música ambiental y pareció que regresaba al tablado. Frente a esa escena, tuve que besarlo.

Sus toques sensuales y armoniosos cuando nos comíamos a besos revelaron mi pregunta inicial. Mientras suavizaba mi entrepierna, yo descubría que lo que había debajo de su pantalón era muy semejante al gran metal sonoro que, en ese bar, lo acompañaba las noches de los viernes.

En cada fricción, su falo crecía en un movimiento punzante; mis bragas ya húmedas por la deseada visita de sus dedos se iba perdiendo en mi centro jugoso, y mientras más se adentraba el encaje, más me ponía a punto de ebullición.

“Vámonos de aquí”, me pidió sacando dinero para pagar mi cuenta, aventó los billetes en la mesa y ansioso se levantó de la silla, dejándola caer. Nos fuimos besándonos y trastabillando hasta la salida, y en la esquina de la calle, dimos vuelta y entramos en la bodega del lugar.

Entre cajas de cervezas y muebles inservibles, me condujo a un rincón donde me atrincheró sobre un viejo estante, alzó mi falda por completo, bajó su bragueta y me dio el condón que guardaba en el bolsillo; bajé hacia ese trozo magro y lustroso, y con la boca lo enfundé del látex, después de saborearlo en piel viva, provocando más delirio.

Sus manos grandes y habilidosas arrancaron la tanga y sujetaron mis glúteos para incrustarse tan potente, que mi alarido retumbó en todo el almacén. El tintineo de las botellas vacías marcaban el compás del mete y saca inclemente…

¿Qué pasión es la que impulsa a un músico de jazz para tocar de esa manera tan suprema? La conocí en cada empujón, mientras me aferraba a la tela de su suéter.

Volvió a devorarme la boca, mi lengua, jadeaba y apretaba mis nalgas para no salir de mi carne, que también se contraía para no dejarlo escapar; mis gemidos lo incitaban a acelerar las penetraciones y los trastos que había encima del mueble se estrellaron en el suelo.

Agitado, me dio la vuelta y me poseyó por detrás; sujetaba mi cadera con una mano y con los dedos de la otra preparaba el clímax de la pieza más excitante de la madrugada sobre mi pubis... Me vine al sentir la pulsación orgásmica de su pene en mi interior.

Luego de un par de cigarros, salimos y me pidió un taxi, abrió la puerta y me dio un beso largo y cachondo; “si vuelves el próximo viernes, puedo ‘tocarte’ en privado”. Por Juan, aumentó mi fascinación por el jazz.

 

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