Escondido, me veía gozar

Sexo 11/05/2018 05:18 Anahita Actualizada 05:19
 

Fue una sorpresa que Mario se hiciera presente después de muchos años.

Nuestros datos para contactarnos cambiaron, desaparecieron o, simplemente, los perdimos en la inmensa nube virtual.

Pero hubo una opción de la cual echó mano y, a la vieja usanza, recibí una carta.

Sí, una hoja de papel hermosamente caligrafiada dentro de un sobre con sello postal y todo.

Al contemplarla, se me aceleró el ritmo cardiaco. No sé si porque era de ese guapo galán compañero de juergas o por la romántica vía por la cual reapareció en mi vida.

Me cuenta que se casó y que próximamente será papá, aunque un gran apartado en dos páginas lo dedicó a la última vez que nos vimos. Una crónica que elevó mi desconcierto mientras leía el paso a paso de aquella ocasión…

“… Era una tarde encantadora como tú, y aunque yo no tendría la fortuna de deleitarte como siempre había soñado, aunque con otro hombre, te veías feliz.

“Pero en la madrugada, todos hartos de alcohol y risas, desapareciste y te busqué para, ahora sí, decirte que me encantabas más que una incondicional amiga de parrandas. No te hagas, yo también te gustaba.

“Y te encontré; quería sorprenderte y me salté por la terraza del cuarto donde estabas, y entre las cortinas te miré tendida en la cama para, creía yo, descansar de tanta fiesta.

“Intentando sostenerte, pues las cervezas habían hecho efecto, te quitaste la ropa, menos la bella lencería con la que sueño aún, y entraste en las sábanas desfalleciendo de sueño.

“Pero Rogelio abrió la puerta de la recamara. Me escondí entre las plantas y, lo siento, pero no me fui. Al verlo a él, la envidia y los celos tensaron mis quijadas, pero al verte a ti, tan sexy y entregada, me fue inevitable tener una erección.

“Seguí mirando. Él zafó su playera y los jeans, y tú le ayudaste, besando su vientre urgida por sacar su pene; lo lograste y comenzaste ese oral que cómo me hubiera gustado que me lo hicieras a mí.

“Tu boca devoró el miembro que, debo aceptar, era tan grande que bien merecía tus labios y esa lengua que repasaba su tronco con un deleite goloso. Mientras tanto yo, cuidando que no me cacharan, sobaba el mío más duro que cuando veo porno.

“Te quitó el brasier, mas no las bragas; tú abriste las piernas y él hizo a un lado la tela que cubría tu rajita para penetrarte, notando que el encaje le rasgaba de una manera muy rica la carne mientras entraba en tu sexo. Nomás de recordar la escena y escribirla, se me vuelve a endurecer”.

Yo, pasmada ante su lasciva narración, dejé de leer y como él, fue ineludible consentirme, mientras me imaginaba cada detalle. Retomé la lectura y, poco a poco, mi excitación se elevaba…

“Con tus piernas en compás y tus palmas en tus pechos, fuiste penetrada y parecía que perdías la conciencia en cada empujón. Una mezcla de enojo y lujuria me apuñalaba el cuerpo como jamás me había pasado.

“Acercabas tu cara a la suya en busca de su boca y el cabrón correspondía sin dejar de clavarte disfrutando como un loco. Yo estaba loco por querer masturbarme al verte cómo te revolcabas.

“Luego, lo tumbaste sobre la cama y te encimaste en él; volviste a abrir la tanga y te acomodaste su trozo para ensartarlo en tu carne que brillaba de jugosa. Rogelio lanzó un gemido y a mí me dolía el pene ardiendo y atrapado en el pantalón.

“Cómo olvidar tu silueta a contraluz; arqueabas tu cuello dejando caer tu melena, y las puntas de tus tetas apuntaban hacia el cielo. Empezaste a cabalgar, mientras tu macho te impulsaba desde tus nalgas. Y yo seguía amasando mi verga como ahora… Pero tuve que irme; alguien salía a la calle y me arriesgaba a que voltearan hacia arriba y me cacharan. Me fui de esa casa, arranqué el auto y no dejaba de recordar hasta que me estacioné en un lugar oscuro.

“Empuñé mi falo para masturbarme pensando en ti, en cómo se la mamaste, en cómo le abriste tu coño y cómo te le montaste mientras fruncías el ceño y te mordías los labios.

“¿Te acuerdas que un día me contaste un sueño donde un hombre te observaba mientras cogías? Pues hice tu fantasía realidad.

Puro consuelo. Te adoro y ojalá nos veamos otra vez”, finalizó en su carta; hoy mi relicario.

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