Un afrodisíaco hecho pastel

Sexo 02/08/2017 05:00 Anahita Actualizada 05:03
 

El domingo y por la calle, me topé con uno de los hombres más adorables y seductores que conozco, y aunque mi atuendo no era el más sexy, de espaldas me reconoció. Su voz me llamó por mi nombre y volteé extrañada.

Y ahí venía Armando, alegre, sonriente y con todas las ganas de atraparme en sus brazos y darme tremendo beso en la mejilla. Galante, me acompañó a comprar algunas cosas no sin antes invitarme a tomar un café.

Ya en la pequeña cafetería muy cerca de nuestros domicilios, me presumió que tenía en casa un pastel recién hecho y delicioso. Así que, entusiasta, me pidió que lo esperara porque iría corriendo a traerme un pedazo de ese pan que él mismo había elaborado. Dio un sorbo a su viril expreso doble y salió.

Antes de terminar el contenido de mi taza, ya había llegado y, dulcemente, me obsequió el trozo de pastel envuelto. Platicamos por un rato sin él dejar de piropearme y respondió mi duda acerca de cómo me había reconocido bajo mi ropa holgada y una gorrita de beisbol.

“Por tu caminar; ese contoneo sexy y espontáneo hasta andando en tenis es inconfundible”, fue la frase que mientras la decía, subía el rubor de mi rostro. Y seguimos charlando para después llevarme a mi casa.

Otro abrazo fuerte y prolongado frente a mi puerta constató la atracción cachonda que siente hacia mí; un suspiro cerca de mi oído y un “qué rico verte y sentirte” remataron la despedida y quedamos algún día volver a vernos.

Llegó la noche y el antojo despertó en mi boca, y aunque quise reservar el postre para el desayuno, no pude resistirme y un té de lavanda ya estaba preparándose en la estufa. Y sin más, sucumbí ante el manjar.

El momento fue inesperadamente mágico; esa mezcla de sabores detonados por los ingredientes, como la zanahoria, miel de maple y dátiles provocaron una inevitable reacción en mi cuerpo que en conjunción con la lavanda, fue de voluptuosidad y delicadeza al mismo tiempo.

Mientras comía, el erotismo se agudizó al recordar lo mucho que Armando se prendé con mi presencia en las reuniones de amigos en las que nos encontramos; ese exacerbado gusto por mí que lo pone a mil y siempre me lo dice sin reparo.

En cada bocado, parecía iniciarse algo parecido a esa cresta que avisa el oleaje de un orgasmo; sin embargo, no intenté nada más que seguir degustando ese pastel.

Y al terminar el afrodisíaco bizcocho, di un sorbo de la infusión y me armé de valor para escribirle. En mi vagina, la ondeada sexual permanecía gracias a esa alquímica excitante y supe que ello no debía limitarse a un consentimiento en solitario.

“Tu dulce regalo me incitó a corresponderte. Te espero en mi casa”, le dije decida y, sin más, me respondió con un “¡¿en serio?! Voy para allá”.

Mi entrega fue definitiva. Saber que sus dedos crearon esa masa integrando cada delicioso elemento fue el detonante para pedirle que me desnudara sin yo meter las manos.

Mis senos en su boca se erizaron y la oleada en mi vulva reinició, punzando hasta dolerme. Él ya sin ropa y sobre mí, y ambos tumbados en el sofá, besó mi anatomía completita con las ansias de quien ha añorado el momento por mucho tiempo.

Su pene se sentía caliente en mi muslo mientras me lamía y mordía, y yo, involuntariamente, flexioné mis piernas y las abrí para él.

Ese tronco duro y moreno se dejó caer en mi entrepierna y Armando lo dirigió hacia mi raja rozándola y mojándose de mi jugo para resbalarse en mis adentros. El horno estaba en su punto y ahí, su miembro se esponjó como esa pasta sabor a dátiles.

Su resuello al entrar en mi carne se mezcló con una sonrisa triunfante y comenzó el vaivén cachondo como todo él cuando me abraza ocasional; “eres mi platónico”, me confesaba tímido y bromista.

Comiéndome su boca, volvía a degustar el postre; parecía que los sabores se concentraban en su humanidad y me deslicé por su pecho para seguir disfrutando hasta realizarle un oral que lo hizo restregarse en el sillón.

Gusto a zanahoria supurando miel de maple era el trozo que yo me devoraba, a la vez que a mi mano por fin la dejé provocar mi clítoris y acabar lo que el primer bocado de pastel comenzó. Mis dedos se agitaron en mi punto, mis labios y lengua también en su pene, y así fue como exploté victoriosa al tiempo que su leche invadió mi boca.

Con fuerza me elevó hacia su cuerpo y me abrazó jadeante, besándome igual de hambriento como al entrar. Y recordé el sabor del sensual bizcocho hecho por sus manos…

Google News - Elgrafico
Temas Relacionados
sexo Deseo amistad caricias besos pasión

Comentarios