Sismo destapa abusos a obreras

La roja 26/09/2017 10:06 Lydiette Carrión Actualizada 10:06
 

La historia del edificio de Chimalpopoca pone el dedo en una de las principales violencias que sufren las mujeres, y que además desemboca en muchas más: la violencia económica. Y es que si una mujer no se puede sostener por sí sola, quedará a merced de parejas, familias y ofertas de trabajo abusivas. El sismo del 19S nos recuerda que todavía hay mucho por qué trabajar para la equidad de género; además, parece eco de otros sismos y aparentemente otro tiempo: las costureras que murieron encerradas durante el temblor del 85. 

La abogada dejó su auto como lo hace siempre que va a tribunales: en el estacionamiento del Toks de Fray Servando. Caminó unos pasos cuando la sacudida del temblor la hizo trastabillar en sus tacones. Entonces vio caer el edificio de Chimalpopoca y Bolívar, en la colonia Obrera. 

“Fue como una nube de tierra. Todavía hasta ahora me raspa la garganta, aunque no sé si sea sicológico o qué”, narra Nadia de la Fuente. “Nunca se me va a borrar; un señor que había alcanzado a salir del edificio gritaba, con cara de terror: ‘¡Se quedaron atrás de mí, están todos allá abajo. Están todos!’”. 

De la primaria Simón Bolívar, a un lado del edificio colapsado, salían los niños aterrorizados, y Nadia, junto con otros más, comenzó a cuidarlos y tranquilizarlos; primero en el Toks, luego en un parque cercano. Después “me fui a ayudar. Traía las cosas del gimnasio en el auto, me cambié y ayudé a sacar escombros”. Ella vio salir de entre los escombros “máquinas, tablones, pedazos de unicel, de las paredes”. 

Vio de primera mano cómo llegaban los bomberos, los topos, autoridades. Y también vio a los posibles dueños  de uno de los negocios en el edificio. “Iban y venían judíos. Pero sí me cayeron muy mal. No levantaban ni una piedra. Tenían una ambulancia estacionada y no la quisieron prestar. Les pidieron una camilla y sólo la prestaron hasta que sacaron a su gente”. 

Por el asunto de las costureras, la brigada feminista, formada por activistas que han impulsado las últimas movilizaciones, instaló un centro de acopio y pequeño campamento ahí, en Chimalpopoca. 

GRANADEROS LAS ECHAN.   Hugo Enrique González Figueroa–Salinas es estudiante de la Facultad de Ciencias de la UNAM. Él llegó la noche del jueves y la mañana del viernes.  Ese día despertaron con la noticia de que se abandonaba la búsqueda. Los granaderos habían quitado el campamento de la brigada feminista. “Llegué como 15 minutos después de que sucedió, y ya no había nada. Sólo había una valla de granaderos. La brigada feminista estaba ahí, pero a las compañeras las desalojaron, les quitaron bicis”. 

Las autoridades referían que había nulas posibilidades de hallar más personas con vida. Pero los vecinos, las feministas y los voluntarios en general se opusieron. Así que la gente solicitó más brigadas para excavar. 

Damián Mendoza es periodista. Pero pasó el miércoles,  jueves y viernes excavando. “Yo no vi personalmente maquinaria, pero sí muchos fierros retorcidos. Había cosas para hacer ropa, etiquetas, montones de tela, retazos. Ahí se hacía ropa y había una bodega de maquinaria, porque había un chingo de refacciones guardadas en plástico.  La mayoría de los muertos eran mujeres y tenían bata, como si fueran obreras. 

“Yo iba a trabajar 12 horas: me iba por 12 horas a descansar y regresaba. Todo el edificio salió en cubeta. Para el viernes en la tarde, era un solar baldío”. Fue cuando surgió el rumor del sótano. Una mujer llegó llorando preguntando por su  marido. Dijo que trabajaba en el sótano. Pero luego  no se le vio más. La gente se quedó. Damián trabajó buscando el famoso sótano. 

La gente estuvo hasta las 2 de la mañana del sábado picando y excavando, pero no encontraron el sótano. “En el único lugar que no piqué es en el suroriente, donde estaban las losas”, recuerda Damián.  

¿Era el sótano una “Frida Sofía” de izquierda feminista, es decir, un rumor para generar enojo contra las autoridades?

Pero ahora se asegura en la prensa que ese lugar en realidad no era una fábrica. Sin embargo, la gente lo vio: mujeres con batas, refacciones de máquinas, diseños de ropa, telas…

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