Denuncian omisiones para hallar a Mayra

La roja 09/05/2017 05:00 Lydiette Carrión Actualizada 05:08
 

La tarde del 15 de julio de 2013, Mayra Eliza Remess, de entonces 24 años,  marcó a su madre, Mayra de la Vega, para avisarle que iría al gimnasio, ahí en su natal Orizaba, Veracruz. Pero la mamá estaba manejando y no contestó, así que la hija le dejó un mensaje de voz. Este mensaje, el último de su hija, todavía lo guarda.

El último  que la vio fue el vigilante del fraccionamiento en el que vivía. La vio alejarse en la camioneta de la mamá. Mayra hija sólo se llevó la maleta con ropa deportiva. Ya no llegó al gimnasio. Así comenzó la búsqueda de sus padres.

La misma noche en la que Mayra desapareció, las autoridades hallaron la camioneta en un barranco localizado junto a la autopista Orizaba-Puebla. La intención era que se desplomara hasta el fondo, pero se atoró en una rama. 

La camioneta fue ingresada al corralón; en la guantera se encontraba la tarjeta de circulación y los documentos a nombre de Mayra de la Vega. Sin embargo, las autoridades le informaron del hallazgo hasta 10 días después.

Y así ocurrió con todas las posibles pistas: sábana de llamadas en teléfonos, cámaras de seguridad.

“Tengo una serie de documentos en los que se ve cómo el agente del MP pide se tramite la sábana de llamadas al subprocuardor; el subprocurador lo pide al procurador, y se tardan meses… Luego, cuando por fin está el documento, los de la compañía telefónica advierten que está mal. Hicieron dos solicitudes en un año y las dos fueron mal fundamentadas. Al final resultó extemporánea”.

Jamás se pudo recuperar la sábana de llamadas, y lo mismo ocurrió con los videos del C4 de la ciudad de Orizaba.

Mientras tanto, las acciones de los policías ministeriales estaban encaminadas a desanimar. “Siempre me decían que no me preocupara, que a lo mejor estaba por su gusto en otro lado. Y yo les respondía: ‘Si usted me dice que está bien, localícela’. Pero mi hija no tenía por qué haberse ido sin permiso. A cierta edad una como madre tiene que aprender que los hijos deben volar, porque uno también fue joven. Si ella se hubiera querido ir, yo no me habría opuesto”.

Hubo más omisiones:  Durante un año entero, su hija jamás fue dada de alta en la base de datos de personas desaparecidas de Veracruz. Y la muestra de saliva que tomaron a los padres para extraer pruebas de ADN y contrastar con los restos que podrían hallarse, estuvo guardada, y sin procesar, en la gaveta del perito, durante un año.

Finalmente, los padres hicieron su propia investigación. Se percataron de que su hija conocía a una persona, un hombre, que estaba involucrado en la delincuencia organizada. Este individuo fue detenido por otros secuestros y levantones, y la familia de Mayra exigió que fuera presentado por el caso de su hija. Pero la fiscalía no lo hizo así. Se limitó a solicitar la “colaboración” del sospechoso.

LAS ESPERANZAS SE PIERDEN.  “Lo que tú le puedas preguntar a todas las familias en general, que pasan por la misma desgracia que yo, te dirán lo mismo. Todas te platican lo mismo respecto a las autoridades, no importa en qué estado: no pidieron la sábana de llamadas, no pidieron las cámaras, no citaron a las personas… en todas es lo mismo. Es como un machote, como un patrón.

“Yo lo único que espero es poder algún día encontrarla, poder darle una sepultura digna. Porque pues a estas alturas lo único que piensa uno es que puede estar en un hoyo… ya lo demás, créeme que pasa a un segundo término. Yo siempre lo he dicho: en este camino, lo único que he descubierto es que el Estado está involucrado en las desapariciones. En mi caso no la desapareció, pero sí tiene responsabilidad porque protegió y sigue protegiendo a los delincuentes”.

 

 

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