Remedios erróneos

27/08/2014 03:00 Cecilia Rosillo Actualizada 03:39
 
Un enemigo más se suma a la lista de los que hacen fracasar al amor y a las relaciones sexuales: la ortorexia
El problema empieza así: la persona inicia pensando en mejorar su estado de salud a través de la alimentación  y comienza por sacar los productos procesados, latas, embutidos para consumir solo productos orgánicos. Luego sacan grasas, gluten, ciertos cereales, huevo hasta seguir una dieta libre de carne, alimentos cultivados con pesticidas o herbicidas y las sustancias artificiales que pueden dañar el organismo. 
 
El problema,  explica  Mauro Medina, El Mago Fit, entrenador físico y asesor nutricional certificado, es que no sustituyen los alimentos que rechazan por otros que puedan aportarles los mismos complementos nutricionales y esto daña la producción de hormonas necesarias para la actividad física, que incluye el ejercicio y el sexo. 
 
“Si no hay nutrientes básicos para producir hormonas como la testosterona, por ejemplo, no hay desarrollo muscular, ni apetito sexual, y si además no hay suficiente hierro, tampoco energía ni ganas de hacer el amor”.
 
Estas personas son tan obsesivas, que “cuando les haces un plan alimenticio no lo siguen y cuestionan cada cosa. No comprenden que la proteína de origen animal es necesaria para la formación y mantenimiento del músculo, además sin carne, los niveles de hierro se desploman y, aunque los vegetales también aportan proteínas, son de una calidad 
inferior”.
 
Por supuesto, están expuestos a tener anemia y sus cuerpos adelgazan hasta ser escuálidos, tienen falta de energía, indispensable para estar en una condición física sana, con tono muscular adecuado y poder tener relaciones sexuales satisfactorias y frecuentes, dice.
 
Estas personas presentan desnutrición “y hay que tratarlas como a los desnutridos, no tienen grasa, pero tampoco músculo, sin energía y sin minerales o vitaminas, como es la falta de hierro; el organismo puede producir deficiencia inmunitaria, aumento del ácido láctico y menor compensación de enfermedades cardiopulmonares”. 
 
Quienes lo padecen dedican cada vez más tiempo a resolver cómo cumplir su régimen dietético autoimpuesto y se obligan a planear sus comidas con varios días de antelación. Llegan a ser incapaces de comer alimentos disponibles por miedo a las grasas, a las sustancias químicas o al ingrediente al cual le tengan fobia; por ello,  pierden la capacidad de comer intuitivamente,  a saber cuándo tienen hambre, la cantidad que necesitan y cuando están llenos;  nunca aprenden a comer de forma natural, perdiendo el placer natural de la ingesta.
 
Con sus parejas, si no comparten esta idea, tienen serios problemas en la relación llegando hasta la ruptura, pues su  autoestima se ve envuelta en la pureza de su dieta y, con frecuencia, se sienten superiores, especialmente en lo que respecta a la ingesta de alimentos.
 
Si rompen su dieta, se sienten terriblemente culpables, pero si lo hacen por causa de su pareja, les recriminan falta de amor, comprensión y solidaridad.
 
Huyen de los restaurantes y rehúsan invitaciones en casa de  amigos por no saber qué les van a ofrecer.

 

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