Cambio de personajes

03/07/2014 21:45 Cecilia Rosillo Actualizada 03:32
 
Al igual que los hombres de hoy, los príncipes de los cuentos de hadas han cambiado y su papel aleccionador sobre cómo deben conducirse los varones para alcanzar la madurez sexual ya no es el mismo.
 
Si bien el personaje del príncipe hoy en día parece más un accesorio de las princesas, en sus inicios estos eran ejemplos que preparaban a los niños para afrontar los problemas de la vida saliendo de ellos triunfadores, lo que a su vez los hacía querer ser príncipes o héroes.
 
Ejemplo de ello es el cuento de hadas Las tres plumas. En este relato queda claro que el hecho de obtener el reino es equivalente a la conquista de la madurez moral y sexual. Primero se exige que el héroe lleve a cabo una tarea para heredar el reino, prueba que resulta insuficiente, como también sucede al segundo intento. La tercera empresa consiste en encontrar y llevar a casa a la novia más deseable; cuando el héroe lo logra, el reino pasa por fin a sus manos. 
 
Así pues, el cuento expresa el momento en que el hijo ha llegado a la edad apropiada, a la plena madurez, y  su padre quiere que haga valer sus méritos también desde el punto de vista sexual; de hecho, sólo acepta a su hijo como su sucesor después de esta última demostración de madurez.
 
En el cuento de La  bella durmiente, muchos príncipes intentan llegar hasta ella antes de que haya transcurrido el tiempo necesario para su maduración, lo que se representa como pretendientes precoces enredados en las zarzas. 
 
Esta es una advertencia, tanto para el niño como para los padres, ya que asegura que cualquier excitación sexual antes de que el cuerpo y la mente estén preparados para ella, es  destructiva. Pero cuando la princesa ha logrado alcanzar la madurez física y emocional y está preparada para el amor, esto es, para el matrimonio y el sexo, los caminos infranqueables dejan de ser obstáculos. 
 
El muro de espinos se convierte, de pronto, en un seto de flores grandes y hermosas, que se apartan para dejar paso al príncipe. El mensaje implícito es el mismo de otros cuentos de hadas: no hay que preocuparse ni apresurar las cosas: cuando llegue el momento, el problema se resolverá por sí solo.
 
Mención especial merece el príncipe de Cenicienta;  ella es quien lo libera  de sus ansiedades sexuales, representado con el momento en que desliza su pie  suavemente en la  zapatilla, lo que  muestra que algo exquisito puede introducirse en ella. Y al ponérsela, sin esperar a que el príncipe lo haga, pone de manifiesto su propia iniciativa y su capacidad para regir su destino.
 
El príncipe, al entregarle la zapatilla, expresa simbólicamente que la acepta tal como es, sucia y degradada.
En los cuentos de hadas los personajes masculinos son los libertadores y se enamoran de las heroínas debido a su extraordinaria belleza, que es símbolo de perfección. Después, los personajes masculinos tienen que pasar a la acción y demostrar que son dignos de la mujer que aman, cosa muy distinta de lo que las heroínas deben hacer: aceptar pasivamente que alguien las ame. 
 
En Blancanieves, el príncipe reconoce que no puede vivir sin ella y ofrece todo lo que los enanitos le piden por ella consiguiendo, finalmente, llevársela.
 
El mensaje es que los niños deben despojarse  de las actitudes infantiles y adoptar otras más maduras, si quieren establecer una relación íntima que prometa  felicidad para ambas personas.
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