Marcelina Bautista

Al día 07/04/2016 05:00 Samuel Ocampo Actualizada 05:02
 

¿Quién es Marcelina Bautista Bautista?

—Es una mujer que viene de un pueblo que se llama Tierra Colorada Apazco, que pertenece a  Nochixtlán, Oaxaca. Llego a la edad de 14 años a la Ciudad de México, creo que con sueños de superarme y, por mi edad, no tuve otra opción que ponerme a trabajar en un hogar para el trabajo doméstico. Llego aquí sin otra opción, pues por el hecho de que no sabía hablar español, no tenía dónde vivir, no conocía la ciudad,  entonces fui recomendada para trabajar con una familia judía, para cuidar a unos niños. Sin embargo, en mis ratos libres la señora me ponía a trabajar en otras actividades del hogar y así estuve durante 22 años realizando este trabajo. La mayoría de las veces cuidando niños, sin desatender las otras actividades.

¿Y tus planes?

—De las inquietudes que yo tuve cuando llegué, que era seguir estudiando, contar con una carrera más profesional de lo que hago ahora. Sin embargo, el trabajar en esta actividad, pues no me permitía. Primero no era tan posible porque realizar las tareas del hogar implica de tiempo completo, no hay permiso de parte de las patronas. Sin embargo, yo tenía muchas inquietudes porque si no podía estudiar en nivel escolarizado, sí empecé a buscar cursos, diplomados y así empecé hasta los 17 años, a seguir estudiando la primaria, el bachillerato, y entonces fue poco a poco que me incorporé en movimientos de mujeres, de trabajadores y trabajadoras de la maquila, y a partir de ahí me surgió toda la inquietud de trabajar en el ámbito de los derechos de las trabajadoras del hogar, porque reconociendo que los obreros, las obreras, sí contaban con los derechos de la ley, pues yo no cabía en ese espacio.

¿Edad?

—¿La tengo que decir?

¿No la quieres decir?

—¡No!, no me veo con la edad que aparento.

¿Qué extrañas de Nochixtlán, Oaxaca?

Ay, pues muchas cosas. Sin embargo, no me trae buen recuerdo porque ahí comencé a trabajar a los 7 años en una tienda, empaquetaba los productos y me iba a los mercados a vender desde las 5 de la mañana.

¿Profesión?

—Es una profesión importante por lo que hago. Mira, no estudié la carrera de Derecho, que era lo que a mí me llamaba la atención, pero creo que manejo bastante bien el tema.

¿Hasta qué grado estudiaste?

Sólo tengo el bachillerato, pero he llevado otros cursos. También soy estilista profesional y lo ejercía peinando y arreglando a novias y quinceañeras los sábados y domingos.

¿Qué soñabas ser de niña cuando fueras grande?

—Abogada, trabajadora social. Cuando terminé la secundaria, con una de mis empleadoras nos fuimos a buscar escuela para que yo pudiera estudiar trabajo social, pero me fue bien difícil porque yo estaba cuidando un niño, y cada vez que me tocaban los exámenes siempre se le hacía tarde a la señora o pasaba algo, entonces no me era posible estar yendo a la escuela,  no la terminé.

¿Cómo fue tu llegada a la Ciudad de México, a qué te enfrentaste?

—Me enfrenté con una ciudad enorme que me gustó muchísimo, pero  sentí miedo porque prácticamente llegué aquí con personas conocidas, pero en sí, sola.

¿Hablabas español?

—No. Lo empecé a aprender porque comencé a cuidar a unos niños y con los juegos, practicando con ellos, cuidándolos, aprendí rápidamente.

¿Cómo surgió el Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar, CACEH?

—Yo traía un camino de lucha con todo lo que yo había conocido de que hice tres años de estudios sobre derechos laborales. Me fui al primer Encuentro de Trabajadoras del Hogar que se realizó con 11 países en Colombia e instituimos el 30 de Marzo  como el Día Internacional de Trabajadoras del Hogar. Y esta confederación, una de las cosas que hizo durante sus primeros tres años, fue el abordaje de los derechos de las trabajadoras del hogar, la organización como tal y el desarrollo de liderazgo en sindicalismo. Tuve la oportunidad de ganarme una beca con la Fundación McArthur en México y así fundo CACEH, y de ahí a caminar. 

¿Nunca te dieron ganas de aventarle la escoba o la cubeta a alguna de tus patronas?

—Pues no. Lo que sí me daba era como mucha tristeza de cómo me sentía realizando el trabajo del hogar. A veces me sentía muy sola por el trato que recibía de las señoras, de los hijos, de los empleadores; entonces, de repente me daba sentimiento la forma en que me trataban. Siempre me decía por qué me tocaba ese trabajo. Eso fue el empuje que me dio para salir adelante. 

¿Sigues viendo a tus empleadores?

—Al último de ellos. Con ellos estuve más o menos 13 años.

Hace poco recibieron la toma de nota del Sindicato de Trabajadores y Trabajadoras de Hogar, ¿te imaginabas llegar a este paso?

—La verdad,  no. Cuando hace dos años comenzamos a trabajar constantemente el tema del sindicalismo, entonces comenzamos a ver el proceso, la función que han desarrollado los grandes sindicatos en nuestro país, entonces, de repente, sentía yo mucha incertidumbre en muchas cosas. Primero porque era un sector que no estaba reconocido en México, lo difícil que era en un momento dado cuando decíamos que había que dar un brinco en la importancia que tiene la lucha sindical para las trabajadoras.  Yo decía: ‘no creo que lo logremos’, y poco a poco fuimos avanzando y dije: ‘es hora o nunca’, y la misma incertidumbre de nuestras compañeras que decían: ‘no, nos van a correr, son corruptos los sindicatos’, entonces todo eso nos sirvió para decir: ‘tenemos que caminar de cierta manera’. 

Si alguien quiere ponerse en contacto con ustedes, ¿Cómo lo puede hacer?

—Tiene que acudir al sindicato, estamos en Río Neva 16, colonia Cuauhtémoc, de 9 de la mañana a 6 de la tarde. 

Hablando de sindicato, ¿te gustaría en un momento dado llegar a ser tan poderosa como Elba Esther Gordillo?

—¡Nooooooo, por el amor de Dios! Creo que no podemos ser eternas, porque creo que debemos demostrar las trabajadoras del hogar de que todas tenemos capacidad y, desde ahora, nos estamos preparando para eso. Nuestro sindicato está conformado con un cuerpo colegiado de tres compañeras y ahora estamos repartiéndonos las actividades. 

 

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