Sentía placer sexual al matar mujeres y comerlas

La roja 30/12/2016 05:00 Ricardo Ham Actualizada 08:47
 

Sus  pequeños pasos parecían perderse en el enorme bosque, el camino se hacía cada vez más cansado,  la niña alzaba la mirada y sólo encontraba un largo camino lleno de arbustos y troncos. El frío y la humedad eran una advertencia para detenerse, pero ella trataba de ignorar, no conocía bien la ruta, solo sabía que debía huir.

Tras de ella, una enorme figura vigilaba sus temerosas pisadas, enfundada en una larga gabardina sostenía un macabro maletín en su mano, un sucio sombrero coronaba las gruesas gafas que ocultaban la mirada del perseguidos, parecía que la siniestra silueta  se alimentaba del miedo de la niña.

Mientras más profundo era el camino mayor era el silencio, solo se escuchaba el crujir de las hojas, de pronto las pisadas de la silueta se detuvieron, los pasos de la pequeña hicieron lo propio, cerró con fuerza los ojos ante el presagio de algo terrible, sólo escuchó un golpe seco que la haría dormir para siempre, jamás supo que su cuerpo fue devorado por el extraño hombre de gabardina y sombrero que conoció en la estación de tren. Nunca se enteró que un enorme puñal penetró su cuerpo una y otra vez, jamás escuchó el nombre de su verdugo: Andrei Chikatilo, el carnicero de Rostov.

La propia historia del crimen y los asesinos seriales tienen una lista de personajes que parecieran ser los más importantes dentro de su memoria, sin duda alguna, Andrei Chikatilo, representa uno de los más violentos casos sobre homicidio serial en el mundo entero. 

Perteneciente a la élite política soviética, pero relegado a profesor de primaria, pese a sus títulos en Lengua y Literatura e Ingeniería, Andrei Chikatilo rompió la tradición criminal de la antigua Rusia que veía el fenómeno del asesino en serie como una consecuencia de la vida occidental, lo que en buena medida entorpeció las investigaciones para señalar al caníbal de Rostov como el responsable de más de 50 homicidios.

La carrera homicida de Andrei inició a los 43 años de edad, una menor de tan solo 9 años fue la primera víctima, con ella descubrió lo excitante que era mirar brotar la sangre, con ello podía llegar a la eyaculación plena. 

Uno de los sellos característicos en los asesinatos de Chikatilo era el de apuñalar decenas de veces el cuerpo de la víctima, incluso los ojos eran sacados por el cuchillo de Andrei.

En 1984, el caníbal fue detenido como sospechoso, pero no fue posible demostrar su culpabilidad por lo que volvió a las calles  para aumentar su número de víctimas. 

Las autoridades daban tumbos, eran incapaces de resolver la cadena de homicidios más grande en la historia del comunismo.

Ante los tropiezos, la policía soviética destinó 600 hombres para vigilar los bosques donde los cuerpos eran encontrados, en uno de ellos se pudo observar a un hombre de gabardina y lentes saliendo de entre los árboles, tenía heridas en un dedo y la mejilla. Tras inspeccionar el lugar, se encontró un nuevo cuerpo, se asoció a aquel sujeto con el homicidio, entre los reportes saltó el nombre de Andrei Románovich Chikatilo, capturado por la KGB el 20 de noviembre de 1990.

Andrei decidió confesar sus 52 crímenes, él mismo condujo a la policía a los lugares donde se encontraban los cuer pos restantes, el juicio del carnicero se convirtió en un enorme intento por linchar al homicida que no perdía oportunidad para hacerse pasar por desquiciado y así burlar la justicia. Era común verlo con su camisa de los juegos olímpicos de Moscú, sus enormes y desorbitados ojos confundían y aterrorizaban a cualquiera, para protegerlo de los intentos de agresión por parte de los asistentes al juicio, Andrei fue introducido en una jaula con gruesos barrotes, dentro de ella en más de una ocasión trató de desnudarse por completo para así interrumpir y postergar los señalamientos de los familiares de los niños muertos.

Todos los intentos de Románovich fueron estériles, finalmente, en medio de una gran algarabía, fue sentenciado a muerte, su hora final llegaría el 14 de febrero de 1994, un disparo en la nuca puso fin a la vida de uno de los más grandes monstruos asesinos que haya presenciado la humanidad.

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