El niño sicario

La roja 28/04/2017 05:00 Ricardo Ham Actualizada 05:03
 

Édgar  caminaba despreocupado por la calle con dirección a casa, acababa de terminar una chamba  y de avisar al “patrón” cómo había quedado su encargo;  andaba sobre la banqueta con la mirada hacia abajo, al igual que todo niño que se convierte poco a poco en adolescente, la pantalla de su celular ocupaba toda su atención; miraba detenidamente las fotos y videos que había guardado durante semanas, la memoria estaba casi al tope de su capacidad; con cada movimiento de su dedo desplazaba las fotografías, se acomodaba los audífonos en las orejas para que el sonido de los aterradores videos no escapara.

La sonrisa se dibujaba en los labios de Édgar, intentaba retener la carcajada que le producía las imágenes que observaba y los recuerdos que éstas le traían a su mente; alzaba la mirada y echaba un vistazo alrededor como buscando con quién compartir el momento, sin embargo,  sabía muy bien que no podía hacerlo, sumado al placer de mirar, se detenía para preguntarse el por qué no tenía un empleo como el de cualquier otro niño, quizás sacando la basura o ayudando en algún comercio, algo con lo que pudiera ganarse unas monedas de vez en cuando. 

Pero la vista regresaba a la pantalla del teléfono, pocos entendían la diversión que en él despertaban esas imágenes, tal vez él mismo no entendía por qué le producía tanto placer mirar una y otra vez varios cuerpos colgados, hombres con la cabeza envuelta en una bolsa de plástico, Édgar tenía decenas de videos donde aparecían hombres gritando ante el dolor de ser mutilados, cadáveres descuartizados  y disueltos en ácido. Édgar adelantaba y regresaba las imágenes, buscaba en las que él se viera mejor, sentía un macabro orgullo de ser el protagonista de los videos. El Ponchis paseaba con la seguridad que le daba  ser el primer niño sicario a las órdenes del Cártel del Pacífico.

La delincuencia en nuestro país ha tomado miles de aspectos, cada vez más difíciles de descifrar e identificar, incluso el rostro de los niños han servido de perfecto disfraz para los malhechores.

El caso del menor Édgar es sin duda emblemático, mejor conocido  como El Ponchis, alcanzó notoriedad como sicario del Cártel del Pacífico; el menor fue reclutado a los 12 años por Julio Hernández Radilla, alias “El Negro”, jefe de sicarios del cártel y  autor material del asesinato del hijo del poeta Javier Sicilia.

El Ponchis nació en San Diego, California, sus padres eran adictos a la cocaína,  por lo que el gobierno norteamericano prefirió que viviera junto a su abuela en México, una noble anciana que se hizo cargo de sus seis  nietos. Pero la vieja Carmen Solís murió  dejando prácticamente en la indefensión a los pequeños.

El cártel reclutó al Ponchis, y también a sus hermanas, conocidas como Las Chavelas.

Los sicarios  enseñaron a Édgar  la macabra práctica de la tortura y el asesinato, técnica que fue bien aprendida y varias veces mejorada por el propio menor,  quien cobraba  tres mil pesos mensuales por su trabajo.

El Ponchis fue detenido en Cuernavaca, en diciembre de 2010, sin embargo, tres  años después fue liberado y extraditado a   Estados Unidos, donde su familia lo recibiría para internarlo y posteriormente reinsertarlo a la sociedad.

 

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