El niño envenenador

La roja 26/05/2017 05:00 Ricardo Ham Actualizada 05:01
 

Graham era como cualquier niño de su edad, su curiosidad le llevaba continuamente a meterse en problemas, era un pequeño estudioso, ansioso por descubrir el mundo.

Le gustaba la biología y conocer sobre todos los seres que le rodeaban, en la botánica supo cómo respetar a las plantas y lo importante que era su conservación,  en la física aprendió sobre el movimiento y la velocidad, en  la astronomía encontró qué tan lejos estaban las estrellas, la  explicación al por qué se hacía de día y de noche, la literatura lo llevaba a conocer nuevos mundos, asombrosos personajes  que viajaban y luchaban hombro a hombro con él en cada página, aunque todos las odiaban, Graham  se interesó en  las matemáticas al descubrir  un mundo de exactitud en el que no cabía el error.

Todas las ciencias le fascinaban al joven, pero una le atraía de manera especial, le encantaba tocar a aquella enorme puerta tras la que se escondía el laboratorio de química, el diminuto letrero que nadie se detenía a leer era para Graham el anuncio de un mundo de conocimientos y posibilidades nuevas, pronto aprendió sobre los elementos y las reacciones, los tubos y matraces paseaban por sus manos con asombrosa habilidad, mecheros y pinzas eran objetos cotidianos, el microscopio era el lente que lo ayudaba a descubrir si sus ideas estaban acertadas o no.

El laboratorio comenzó a quedarle pequeño a Graham, sus ideas requerían ser comprobadas fuera de esas 4 paredes, sus maestros comenzaban a imponerle límites morales a sus ansias de conocimiento, ahora Graham deseaba saber hasta dónde el cuerpo humano podía resistir ciertas sustancias, necesitaba enterarse si sus mezclas podían ocultarse entre el alimento, precisaba conocer cuánto veneno soportarían los integrantes de su propia familia.

Oriundo de Londres, Graham Young fue un joven envenenador que ultimó al menos a tres personas y puso en mal estado a muchos más. Desde muy joven, desarrolló un inusual interés por la química y la forma en que ciertas sustancias reaccionaban dentro del cuerpo humano, comenzó a practicar con antimonio y veneno a los 14 años de edad. 

En 1962, Graham cobra su primera víctima, envenenó a su madrastra y a sus propios hermanos sin que éstos llegaran a presentar daños fatales, solamente su segunda madre no resistió las pequeñas dosis de veneno que Young mezcló junto a sus alimentos. Durante mucho tiempo el propio Graham ingirió la propia comida envenenada para conocer los síntomas que ésta traería al ingerirla en cantidades mayores.

Un año después de la muerte de su madrastra, Graham fue investigado y apresado, su gusto por la química lo llevó a ser el principal sospechoso del envenenamiento. Fue sentenciado a pasar 15 años en reclusión, en el Hospital Broadmoor, donde aprendió mucho de medicina y medicamentos, experimentando ahora con varios de los internos. Young fue liberado 9 años después, a los 24 años de edad, gracias a su alto IQ no le fue complicado adaptarse a un nuevo empleo, sin embargo, volvió a las andadas, asesinando a dos compañeros más y envenenando a cerca de 70.

En 1971 Graham fue arrestado nuevamente, en su departamento encontraron sustancias venenosas y un detallado diario donde confesaba los crímenes; en junio de 1972, Young fue sentenciado a cadena perpetua, la muerte lo encontró  en 1990, a los 42 años de edad, el deceso estuvo rodeado de circunstancias que hacían pensar en la probable responsabilidad de sus compañeros de encierro, uno de ellos, el mítico Ian Brady, el Asesino de los Páramos.

 

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