El asesino del disfraz

La roja 22/04/2016 05:00 Ricardo Ham Actualizada 05:00
 

Ramiro abrió el ropero y pasó la mirada de izquierda a derecha, entre la ropa colgada podían emerger mil personajes, cada uno con historias y personalidades diferentes. Desde el elegante profesionista exitoso hasta el moralista sacerdote católico, Ramiro imaginaba cómo sería estar en la piel de cada uno, llegar a una enorme y limpia casa para ser recibido por una hermosa familia, o quizá salvar las almas de todos aquellos que están perdiendo la fe. 

Pero el apetito de ser otro iría más allá. Deseaba vivir la experiencia de otras personas, desde el amanecer hasta el último minuto del día. Conocer sus rutinas, sentir las necesidades, explorar los deseos más profundos e incluso llegar a satisfacerlos; convertirse en otro, le permitiría experimentar distintos placeres. 

En la mente de Ramiro rondaban varios cuestionamientos, ¿cómo sería el regreso a casa de un abogado? ¿Qué tipo de personas conoce un doctor? ¿Cuánto dura la jornada laboral de un productor? ¿De qué manera asesinaría un clérigo? 

Pero Ramiro no se quedaría con la duda, pronto pondría en práctica sus viejas clases de actuación, robaría la identidad de un respetado sacerdote, convencería a una joven de ir con él y la violaría; seguramente pensaba que era lo que un párroco desearía. 

Ramiro Arteida repitió la aventura en ocho ocasiones, con distintas personalidades y tuvo ocho diferentes víctimas.

La memoria criminal de Bolivia no recuerda muchos casos de asesinos seriales, sin embargo, mantiene viva la historia de Arteida, recordado por su habilidad para el engaño y el disfraz. 

El primer homicidio de Arteida ocurrió dentro de su mismo seno familiar y debido a las presiones económicas que le imponía su novia. Ramiro decidió asesinar a su propio hermano, para quedarse con todas las pertenencias de la familia, incluyendo una pequeña herencia que estaba en disputa.

Pero el plan no salió como se había planeado, ante la obvia sospecha por el homicidio de su hermano Luis, la novia de Ramiro decidió dejarlo para evitarse problemas, lo que lo condujo a una terrible depresión. Durante ese tiempo abandonó Bolivia y se fue a Estados Unidos, donde aprendería algo de actuación.

Años más tarde, al regresar a su país natal, Arteida tenía el deseo de venganza. Eligió como víctimas a jóvenes mujeres de 18 años con parecido físico a su ex novia; utilizó sus dotes como actor y su facilidad para adoptar infinidad de personajes para atraer y engañar a sus víctimas.

El sadismo y violencia sexual que utilizó contra las ocho mujeres no se  había visto nunca en Bolivia. La estrangulación era el punto final que lo llevaba a efectuar su venganza simbólica.

Los homicidios se efectuaron entre 1937 y 1938, su primer víctima, Margarita Ríos, fue encontrada abandonada al interior de un edificio en ruinas en Cochabamba.  A Luisita Toranza la asesinó en Oruro; María Pérez fue su víctima en La Paz y Mariana Aramayo, completó su macabra lista.

En 1939 otra chica que iba a ser asesinada por Arteida logró escapar por lo que la policía lo detuvo en el mes de mayo.

Un par de meses después, la pena de muerte terminó con los días y la historia del “Actor Asesino”.

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