El destazador de Milpa Alta

La roja 12/05/2017 05:00 Ricardo Ham Actualizada 05:02
 

Juan  había perdido el asombro por la feria, después de varios años de ir con ella a todos lados, las luces y el sonido ensordecedor no despertaban absolutamente ninguna emoción en él, los juegos de destreza se convirtieron en aburridos momentos en los que la impresión del concursante no lograba contagiarlo. 

Juan con la mirada perdida, observaba a las familias pasear de un lado a otro, los colores se reflejaban en sus rostros, las carcajadas eran sobrepasadas por la estridencia de la música que opacaba los gritos, el algodón de dulce que impulsaba el viento era perseguido por los pequeños que inocentemente creían poder alcanzarlo; para Juan estar en la feria representaba sólo dos cosas: obtener algunas míseras monedas atendiendo uno que otro juego mecánico y localizar a quien sería su posible víctima horas más tarde.

Poco a poco los gritos y las luces se apagaban, el estruendo de los fierros y el rechinido de los tubos llegaba a su final, sólo quedaban los de siempre, algunos hombres y mujeres embrutecidos por el alcohol se negaban a que la diversión finalizará, Juan debía apresurarse, necesitaba acercarse a ellos antes que el dinero se les terminara, era necesario complementar las monedas con riqueza real, con billetes con más ceros que las monedas. 

Al llegar a casa era recibido por su joven mujer, los rostros infantiles de ambos contrastaban con el ambiente adverso, la periferia de la ciudad siempre es un lugar complicado para vivir, sobre todo para dos casi niños de 17 y 16 años.

Esa noche, ella le susurró algo en el oído, algo extraño que le hizo cambiar el semblante, el calloso puño se aferró al  oxidado cuchillo, nada le detuvo.

El puño de Juan se convirtió en mano sólo para soltar el afilado acero y levantar  un par de orejas bañadas en sangre, un digno castigo para esos hombres que se atrevieron a mirar con morbo a su pequeña pareja que tenía relaciones.

Pero Juan también quiso castigarlos por intentar tocarla, las manos de los acosadores fueron cercenadas sin miramiento alguno, el descuartizador de Milpa Alta se presentaba en público por primera y única vez en la Ciudad de México.

Las historias de sangre en la zonas más dispersas de la Ciudad son el pan nuestro de cada día, la violencia galopante trae consigo negras y rojas historias que parecen salidas de la mente del más obtuso cronista policiaco.

Tal es el caso del descuartizador de Milpa Alta, un joven de tan solo 17 años, oriundo de Chiapas, que 10 años atrás sufrió el  abandono de sus padres, llegó a vivir a la Ciudad de México al resguardo de sus tíos con quienes laboraba en pequeñas ferias que viajaban por el centro del país.

Juan encontró el amor en uno de sus tantos viajes, su novia, de 16 años, vivían con él en una diminuta construcción en Santa Martha, Milpa Alta, el cuarto servía sólo como lugar para pasar la noche, una ligera sábana hacía las labores de puerta, pero era incapaz de proteger un poco la privacidad de la pareja, fue ahí cuando la joven enamorada se dio cuenta de que eran espiados, a ella la observaban continuamente sus vecinos hasta que se cansó de aquella situación y decidió comentarlo con Juan.

Para la sorpresa de ella, el anónimo joven dejó salir toda su fiereza, con auténtica furia salió a buscar a quienes ella señalaba como entrometidos vecinos, Juan asesinó a tres hombres, les cortó orejas y manos para después tirar los cadáveres en un lote baldío muy cerca del deportivo del barrio en la esquina de Tlaxcala y Prolongación Sinaloa, los cuerpos descuartizados fueron encontrados el 28 de julio de 2016, se identificaron fácilmente con ayuda de los vecinos, rápidamente se les relacionó con Juan y su novia, pues varias personas los vieron consumir drogas y alcohol en grupo, dos días después, el joven asesino fue detenido por las autoridades tras la confesión de la pequeña novia de Juan.

 

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