La pequeña psicópata

La roja 11/11/2016 05:00 Ricardo Ham Actualizada 05:01
 

Ana Carolina miró al vacío por unos segundos, parecía que buscaba en su interior algún sentimiento de culpa que no lograba encontrar, en su mente pasaban rápidamente imágenes de su infancia, del hogar que amorosamente la había recibido años atrás, de las burlas en la escuela al saberla hija adoptiva, y el dolor de conocer la enfermedad mortal que sufría su madre biológica. Volvió en sí para dar un sorbo a su cerveza y una mordida al  hot dog, solo deseaba seguir riendo a carcajadas junto a su novio sin que el pasado lejano la envolviera con recuerdos indeseables. 

Limpió su mano en el pantalón mientras pedía otro embutido, tenía un hueco tan grande en el estómago que la comida nunca iba a poder llenarlo, de repente sintió unos brazos que la apretaban por la cintura, la barbilla de su novio se recargó en su hombro, susurró unas palabras al oído y señaló a unos viejos botes de plástico llenos de gasolina, Ana intentó sonreír, tenía un par de horas con el rostro frío e inexpresivo, volvió a deslizar sus delicadas manos por la ropa intentando  limpiarlas, las miraba constantemente como si deseara borrar una mancha imaginaria, apretaba los puños para escuchar el tronido de sus dedos, las olfateaba buscando el olor de la muerte, Ana Carolina deseaba cerciorarse de que sus manos no hubieran quedado impregnados con el olor a cadáver de sus padres, los había asesinado hace pocos minutos, aún llevaba en la sudadera la jeringa con cloro que les inyectó en la yugular, aún sentía arder sus manos tras estrangularlos. 

El viernes 6 mayo de 2013, en el estado fronterizo de Chihuahua, la menor de edad Ana Carolina López Enríquez, en complicidad con su novio José Alberto Grajeda Batista y un amigo de ambos, llamado Mauro Alexis Gómez Zamarrón, estrangularon e inyectaron cloro en las venas de María Albertina Enríquez y Efrén López Tarango, de 68 y 88 años de edad, respectivamente, ambos eran los padres adoptivos de Carolina.

Tan solo con un mes de anterioridad se planeó el asesinato, la mala relación de Carolina con sus padres la llevó a planear junto a José la manera de poder quitar de en medio a los ancianos, Carolina lanzaba planes al aire como si se tratara de una broma pasajera, la cual se convirtió poco a poco en un detallado plan para asfixiar, envenenar y posteriormente rociar con gasolina y calcinar los cadáveres de los padres adoptivos de Ana.

Tras el homicidio, sin el menor rastro de remordimiento; Carolina José y Mauro, acudieron tranquilamente a un puesto de comida callejera, llevaban consigo 20 mil pesos que habían robado de la escena del crimen, bebieron una par de cervezas y se encaminaron a un centro comercial y a una fiesta de XV años a la que Carolina había sido invitada. Tras el reporte de desaparición del matrimonio López Enríquez,  las autoridades interrogaron a la joven pareja, ninguno de los dos aguantó la presión y terminaron delatándose como autores de los homicidios y la cremación.

Ana Carolina, de 17 años y menos de 1.5 mts, de altura, estudiante del 4to semestre de bachillerato; fue examinada psicológicamente, sus antecedentes hablaban de una alumna seria, cumplida y metódica; los especialistas le encontraron características psicopáticas: liderazgo, nulo remordimiento y sadismo sexual; José y Mauro también mostraron desórdenes de personalidad, Mauro declaró un deseo reprimido de comer  carne humana, en especial la femenina, mientras que José manifestó la aspiración de volver a asesinar cuando le fuera posible.

Al ser menor de edad Ana Carolina fue sentenciada tan solo a 14 años de prisión, por otro lado, sus cómplices alcanzaron penas superiores a los 37 años de encierro.

 

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