El demonio de Lecumberri

La roja 06/01/2017 18:02 Ricardo Ham Actualizada 18:02
 

La oscuridad del lugar lo convertía en una auténtica boca de lobo, el rostro inexpresivo de los vigilantes presagiaban largos días de pesar; las leyendas que se escuchaban alrededor de aquel “Palacio” lo convertían en el más cruel de los destinos para aquellos que cayeran en su desgracia; los amurallados pasillos mataban cualquier esperanza de salir con vida, la característica humedad y el frío condenaban todo intento de supervivencia, la suciedad era tal que las ratas anidaban junto a los camastros de los habitantes, la pestilencia alcanzaba olores tan agrios que voltear el rostro era insuficiente, el alimento cotidiano no era digno del peor animal carroñero, el hacinamiento convertía el menor espacio en un sangriento campo de batalla. 

En el Palacio Negro de Lecumberri la pesadilla iniciaba con una voz raposa que pregonaba “Ya parió la leona” las rejas se abrían y arribaban los “nuevos inquilinos”, no todos los que entraban por el enorme portón verían nuevamente la vida en libertad; era sabido por todos que los que ahí habitaban eran los más violentos que la memoria pueda recordar, de los más impulsivos internos uno sobresalía por su sangre fría, la misma que lo llevó, según él, a asesinar a 150 personas una sola tarde, su nombre: José Ortiz Muñoz, mejor conocido como “el Sapo”, el peor asesino en la historia del país. 

La celda marcada con el número 1 de la tétrica Circular 2 del Palacio de Lecumberri, era la morada de José Ortiz, un ex soldado adscrito al 2do Batallón de Infantería acuartelado en la Escuela de Tiro, su eterno vecino de celda: Goyo Cárdenas, lo describía como “Chaparro, panzón y de ojos saltones”.

 “El Sapo” gritaba con orgullo en las crujías de Lecumberri haber matado 150 personas en una manifestación ocurrida el 2 de enero de 1946 en León, Guanajuato; hace 70 años.

Altos mandos del ejército conocían las formas que tenía “El Sapo” para borrar los problemas, con anterioridad se le habían encargado algunos “trabajos” que tenían la finalidad de acabar con los enemigos de algunos generales post revolucionarios, dichos antecedentes llevaron a poner en manos de Ortiz Muñoz una ametralladora para que disparara indiscriminadamente sobre los inconformes de aquel inicio de año, se presume que fueron 150 los caídos por las balas del sanguinario soldado.

“El Sapo” llegó a Lecumberri con 42 años de edad, de inicio fue sentenciado a 28 años de prisión, pena que se incrementó 30 años más tras el asesinato de Isidro Martínez García, un migrante cubano ultimado a puñaladas por José Ortiz. Varias fueron las peleas que el ex militar sostuvo dentro del Palacio Negro, se sabe que intentó apuñalar a Goyo Cárdenas cuando ambos estaban en la circular 1, con el tiempo “El Sapo” se convirtió en mayor de las crujías donde habitaba, servía de “oreja” a los directivos del Palacio lo que le llevó a ganar la antipatía de muchos reos que lo miraban como traidor. En agosto de 1953 contrajo nupcias dentro del penal con María de Jesús Torres Martínez, joven de 18 años que purgaba una pena por robo de joyas.

Al igual que otros presos, El Sapo pasó por numerosos estudios clínicos, en el caso del multiasesino, su psiquiatra de cabecera fue Edmundo Buentello, quien lo diagnosticó con el “síndrome del pistolerismo” es decir, individuo armado por caciques locales para desaparecer a sus enemigos, siempre estaban bajo las órdenes de un amo.

Finalmente, en marzo de 1960, José Ortiz Muñoz “El Sapo”, salió de Lecumberri, fue trasladado a una cárcel más funcional y moderna, el Penal de Las Islas Marías, ahí solo pudo sobrevivir un par de años, fue ultimado a machetazos por otros reos que le cobraron las que les debía desde su estancia en el Palacio Negro.

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