El mataniños chileno

La roja 03/06/2016 05:00 Ricardo Ham Actualizada 05:05
 

Las callosas manos de Jorge buscaban a tientas la piedra más adecuada, el fuerte sol que se dejaba sentir había puesto a hervir cada una de las rocas sobre las que descargaba sus rayos. La mirada de Jorge llegaba a la desesperación al no hallar lo que su mente le pedía, su estado etílico lo hacía caer al suelo frecuentemente, las piedras que guardaba como tesoro en su harapienta ropa, caían una y otra vez. 

De pronto notó un tono rojizo en las manos, no sabía a bien si las humeantes rocas lo habían provocado, su mirada siguió el rastro del color y  encontró también sangre en su playera y botas mineras, el efecto del alcohol comenzaba a pasar, efímeros instantes de sobriedad trajeron a su memoria breves recuerdos que intentaba capturar cerrando con fuerza los ojos.

El collage de imágenes  carmín en su mente se acompañaban de incompresibles gritos de dolor. Miró al vacío un instante y recordó todo, se horrorizó de su memoria, cogió algunas piedras y regresó corriendo a cubrir con ellas los cuerpos de los 5 niños que acababa de asesinar.

Existen  múltiples historias de homicidio múltiple que día a día se dan en toda Latinoamérica. Quizás una de las más emblemáticas sea la historia del campesino chileno  Jorge Valenzuela Torres, alias ‘El Canaca’, bautizado por los medios de comunicación y la sociedad andina como ‘El chacal de Nahueltoro’. De origen muy humilde, sin estudios y solo algunos conocimientos sobre cómo trabajar la tierra, Jorge Valenzuela se vio obligado a dejar su tierra natal en busca de trabajo para poder sobrevivir, los múltiples caminos y diferentes labores que desarrolló lo llevaron a Nahueltoro, un pueblo de paso donde conoció a Rosa Rivas Acuña, una cocinera viuda, madre de 5 hijos pequeños.

Ambos decidieron  vivir juntos, pero los problemas de alcoholismo de Valenzuela originaron el despido de Rosa por lo que el único sustento que les quedaba era una pensión que Rivas recibía por su estado de viudez. 

El 20 de agosto de 1960 la pareja tuvo una fuerte discusión, el ansia por la bebida llevó a Jorge a exigir el dinero de la pensión a su esposa, quien por un trámite burocrático no pudo cobrarla, eso detonó la furia de ‘El Chacal’ y sin miramiento alguno asesinó a la mujer con una especie de guadaña, posteriormente fue matando, uno por uno, a los pequeños empezando por el bebé que murió por los pisotones del otrora campesino. 

Los cuerpos de Jovina, Alicia, Judith y Rosina fueron cubiertos cuidadosamente con piedras de diferentes tamaños colocadas por el chacal, para después salir huyendo del lugar.

Tras un mes de búsqueda, los carabineros chilenos capturaron a ‘El Canaca’, que esperó  32 meses para escuchar que lo habían sentenciado a morir fusilado en el paredón, siendo el último chileno en recibir la condena, pero desatando una controversia local, pues los defensores del multihomicida preguntaban a las autoridades: ¿para qué reformar a un criminal si de todas formas está condenado a morir? ‘El Chacal’ aprendió a leer y escribir en prisión, además de que desarrolló habilidades para la hechura de guitarras y artesanías.

Tras su muerte, Jorge Valenzuela ha adquirido una especie de adoración, una canonización  popular hasta el grado de atribuirle cientos de milagros y rendirle  culto todos los días 1 de noviembre cuando su tumba se convierte en centro de reunión y agradecimiento donde sus  fieles sudamericanos le colocan placas y exvotos en muestra de fidelidad y agradecimiento.

 

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