Los sádicos de Matamoros

La roja 02/09/2016 05:00 Ricardo Ham Actualizada 05:02
 

 Rodolfo y Anna caminaban de la mano, llevaban años juntos y aún acostumbraban a pasar tardes enteras paseando, con las manos entrelazadas mirando cómo sus sombras se hacían una misma. Se miraban y sonreían, parecía que cada uno de ellos sabía lo que había en la mente del otro, sin hablar se comunicaban como sólo pueden hacerlo esas parejas que han logrado entenderse a la perfección, como aquellas uniones cómplices que no necesitan palabras para sonreír. 

Tenían sus tardes especiales, aquellas donde su amor demostraba que no había nada que los separara, en esos momentos ambos caminaban y miraban a su alrededor, como si sus ojos buscaran lo mismo. Anna sabía los gustos de Rodolfo, siempre le agradó complacerlo en todo: con la comida, la diversión, el sexo, incluso con el asesinato. 

Rodolfo no sólo miraba de reojo los alrededores, prácticamente está cazando la siguiente víctima; a la distancia, Anna elegía una probable víctima, Rodolfo la rechaza, demasiado vieja para sus perversos gustos, ahora él señala con la mirada a la elegida, Anna asienta y la contacta, le promete trabajo, techo y comida, Rodolfo Infante y Anna Villeda tienen una nueva presa, los sádicos de Matamoros han encontrado con qué divertirse las próximas horas.

En 1991, apenas tres  años después del escándalo del rancho Santa Elena, en Tamaulipas, donde los narcosatánicos, liderados por Adolfo de Jesús Constanzo y Sara María  Aldrete, fueron señalados por el asesinato ritual de varias personas, otra pareja es acusada por el secuestro, violación y asesinato de al menos ocho jovencitas avecindadas en Tamaulipas. 

Anna María Ruiz Villeda, originaria de San Luis Potosí, y Rodolfo Infante, nacido en San Benito,  Texas, saltaron de la clandestinidad para dejar sus nombres grabados en la naciente violencia que vivía el norte del país. 

Tamaulipas se caracteriza por ser un lugar de paso hacia Estados Unidos, muchas chicas llegan a la frontera esperando que algún coyote las contacte para pasarlas al lado norteamericano, por lo menos ocho  de esas chicas se cansaron de esperar y aceptaron la propuesta de empleo de parte de Anna María, ella las contactaba para llevarlas a la granja “El Ebanito”, donde supuestamente trabajarían bajo las órdenes de Rodolfo, sin embargo, la historia sería distinta.

Rodolfo y Anna seleccionaban a las chicas para satisfacer sus impulsos sexuales, todas eran violadas y asesinadas como parte de un juego erótico entre los homicidas, el amor enfermizo de Villeda por Infante la impulsaba a conseguirle víctimas al texano  para que se divirtiera atacándolas sexualmente y asesinándolas sin miramientos. 

La pareja de amigas, formada por Josefina Torres y Marina Hernández, ambas  de 16 años, fue contactada por los sádicos de Tamaulipas, debieron separarse, pues según los homicidas, ellas no trabajarían en la misma zona de la granja, Josefina prefirió no tomar el trabajo dejando a Marina sola con los depravados, nunca supo más de ella, por lo que notificó a las autoridades de la desaparición de su amiga, a Villeda e Infante no les quedó más remedio que aceptar el homicidio de ocho  mujeres que eran torturadas sexualmente antes de morir y ser arrojadas en Río Grande.

Las víctimas oscilaban entre los 14 y 20 años de edad, todas con el común denominador de haber llegado al poblado en busca de trabajo y techo. Al ser interrogados por el ranger Eloy Treviño, Rodolfo olvidó el amor y acusó a Anna de ser la culpable de los secuestros, pues él “amaba a las chicas”, por lo que sería incapaz de dañarlas, Anna desconoció a su príncipe azul al mencionar que nunca participó en ninguno de los homicidios. Los sádicos terminaron aceptando por separado que cada uno de ellos asesinó a tres mujeres; fueron sentenciados a 40 años de prisión.

 

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