CUARTO VIOLETA: “Soy lencha y me encanta”

30/09/2015 04:30 Srita. Velázquez Actualizada 14:57
 

Entrar en el mundo de la lenchada es como la vida escolar. Inicias con lecciones sobre triangulitos y bolitas y terminas hasta con posgrado en anatomía femenina y maestría en ciencias de la tortilla. Ya sabes, esas que te enseñan cómo voltearla, cómo dorarla y cómo comerla.

En fin, todas somos diferentes y tenemos nuestras propias fases para gritarle al mundo:

“Soy lencha y me encanta”.

Yo las divido en cuatro: la etapa ingenua o la “no me gusta, sólo la admiro (porque está bien buena)”. Esta fase la vivió (y sigue viviendo) una gran cantidad de lesbianas, pero normalmente es sólo la semillita de la lenchez que empieza a germinar.

Eres joven y tienes una vida por delante, tu madre ya hasta tiene el diseño para las botellas de tequila que darán en tu boda. Todo va bien hasta que un día ¡pum! aquella compañerita de teatro empieza a robarte el pensamiento. Muy cursi la cosa.

Aquí viene la fase número dos: la negación o mejor conocida como “Ave María, no dejes que me guste la vagina”.

Este proceso puede ser largo o corto según el valemadrismo de la lencha. A veces la padecen más la familia o amigos cercanos. Esta fase incluye dos subetapas: El famosisisisímo “hay que llevarte al sicólogo/ a la iglesia” o el “ya se te pasará hijita”. 

También está la subetapa “no soy lesbiana, soy bisexual”, lo que incluye, por supuesto, tu hombre o par de hombres de rigor para que te convenzas de que no es lo tuyo.

Nota: algunas lenchas son tan lenchas que no necesitan y nunca necesitaron hombres. Estas mujeres también son conocidas como lesbianas de oro. ¡Yupi!

Luego viene la fase número tres o el “Adiós greñero”. Debo confesar que yo viví esta fase por muchos años. Algunas la superan y encuentran un tipo de equilibrio y otras simplemente se sienten cómodas sin tanta greña en la cara. 

Ah, y por supuesto, hay algunas que se sienten bien con el ‘look’ femenino y nunca pasaron por la ceremonia de tomar las tijeras de punta redonda de la primaria y llenaron el cuarto de pelos.

Por último, la etapa número cuatro: Aquí es cuando ya te graduaste con honores como lencha y ya hasta preparas tu maestría (hay algunas con doctorado). 

Conoces de pe a pa la calle de Amberes en Zona Rosa. Ya te robaron el celular dos veces en el Marra o en La Purísima por andar de devastada. 

Ya fuiste a tus respectivas fiestas lenchas y ya sabes de primera mano qué es un cuarto violeta —equivalente a cuarto oscuro para los chicos gays— ¿Cómo saber si estás preparando tu tesis doctoral lencha? Ya casi, casi eres organizadora de la marcha del orgullo gay, ya fuiste a algún torneo de futbol o basquet lencho, ya viviste tus respectivos meses con alguna ex novia, tu mamá está más que resignada y ya hasta se volvió medio lesbiana, tienes tu historial de suegras y tienes al menos tres páginas lenchas entre las búsquedas frecuentes de tu facebook.

Por supuesto, que resuma ‘la salida del armario’ en cuatro pasos no significa que todas hemos pasado por alguno de éstos sin excepción o que son los únicos.

Al contrario, es un proceso personal y éste puede durar horas, semanas o años. 

Si pudiera poner todas las etapas jamás acabaría. Tal vez justo ahora nace una lencha sin tener que pasar por alguna de estas etapas. ¡Enhorabuena! 

Y bueno, lectora o lector, si leíste todo hasta el final, si eres lencha, medio lencha o más buga que mi abuela, no importa, los clósets están para abrirse. 

 

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