El estreno de mi amigo en el mundo gay | SOY PÚRPURA

23/10/2015 05:30 Raúl Piña Actualizada 15:07
 
¿Y tú, cómo te diste cuenta que eres gay? Me dice Mauricio mientras se empuja otro trago de cerveza en mi auto.

No paro de reír y miro por el retrovisor buscando si no hay una patrulla siguiéndonos.

—Pues así, preguntando, como tú —le respondo.

—No mames güey… dime la verdad. Cómo sabes? ¿Cómo te das cuenta? ¿Qué sientes?—

—Pues es algo que no sabes describir y que no tiene manera de averiguarse —le digo al tiempo que me estaciono frente a su edificio.

—Son cosas indescifrables, mi querido Mau. Se es, se nace, se vive,

se asume, así, como algo que viene

a tu corazón y no sabes cómo explicarlo—

Mientras le explico lo anterior, lo subo al elevador y le pongo en las manos las muchas latas de chelas que ha comprado y al mismo tiempo aprieto el botón del piso 9.

—No sé qué me pasa amiguito… el puto del César me mueve el tapete… me gusta cómo huele, cómo sonríe, cómo camina —mientras me dice eso, lo jalo hacia la puerta de su departamento.

—No sé qué tiene ese cabrón que me para el pito… ¡no sé qué me pasa manito!—

Corro las cortinas y abro las ventanas para recibir aire fresco. Creo que lo voy a necesitar.

Me abraza y me dice al oído: “Creo que soy puto, manito”.

‘Rayas’, su gato, lo huele, lo husmea, le lame la oreja y se va.

En el intento de acariciarlo, el felino ya está lejos, se cae del sofá y a carcajadas me dice:

“Hasta mi pinche gato está feliz, güey”.

Mientras me cuenta la historia, me sirvo un buen chorro de vodka con jugo de arándanos.

—Fuimos a una cena, me pasó a dejar y al final ¡me besó… me besó, putoooooo…me besó!

Sin evitar la carcajada, le escupo en la cara medio vaso de mi trago y al tiempo que me limpio con el dorso del brazo le pregunto si le gustó.

—¡Lo amoooooo…me encantó… es un diosssss..!

Grita sin temor a que lo escuchen.

—He intentado con chavas, he cogido con ellas, he pagado cuentas uffffff, que ni te imaginas, pero lo que pasó anoche con ese morro, ¡me tiene loco. ¡No sé qué me pasa!

—Pues asume lo tuyo, le digo. No temas. No es César, eres tú. Acepta lo que te hace feliz. Quizás no sea él, pero es la puerta a una realidad que quieres negar Mauricio.

—No me niego, soy feliz, estoy liberado, ya no soy el que mi papá quiere que sea, no seré el que haga abuela a mi mamá, no seré el padre que todos exigen en mi familia que me convierta. Soy otro, desde que me besó, no soy el mismo, y ahora creo que soy más feliz… me gusto mucho más así.

—¿Y él qué te dijo? —le pregunto mientras le bajo el volumen a la música —¿te quiere ver de nuevo?

—No hemos dejado de textear desde anoche, me tiene loco, es más, viene en un rato… no me dejes solo, por favor, no sabría qué hacer… le dije que venías, así que viene con un amigo.

Como adolescentes corremos al baño, nos damos una refrescadita y en menos de 5 minutos suena el timbre y es César con el amigo que, dicho sea de paso, no está de malos bigotes.

Mientras Claudio —así se llama el amigo —y yo preparamos unos tragos, ellos se llenan de besos y de manos cachondas por todos lados.

Mauricio toma aire profundamente y me dice: ¡te presento a mi novio!

César le acaricia el cabello y afirma con un beso en la mano de mi amigo.

—Jamás pensé que iba a ser capaz de decir esto —dice Mau, mientras intercambian miradas amorosas.

—Salud, amigos.

Los cuatro brindamos, nos reímos y Claudio y yo los dejamos disfrutar su romance.

Se van yendo hacia el cuarto, como una danza de amor, como un preludio a la felicidad, como una serenata a la pasión.

No sé si es lo que ambos buscan, pero en el inter, Claudio me empuja contra la pared, me invade la boca con su lengua, mientras yo, bajo despacito la luz.

 

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