DE TODO EN LA ESPARTACO

22/01/2015 06:00 Mónica Ocampo Actualizada 03:09
 
Funcionalidad, es quizá uno de los beneficios que los clientes de la colonia Espartaco encuentran cada jueves en el puesto de Francisco Sánchez, quien desde hace 15 años se dedica a “revivir” aparatos electrodomésticos.
 
Graduado como técnico electricista, cocinero, taquero y vendedor de pantalones vaqueros durante más de una década para ganarse la vida, Francisco decidió cambiar de giro. 
 
Un día invirtió todo su dinero en vasos de licuadora de cristal, pero le robaron su mercancía cerca de Miramontes. No lo tomó como una tragedia, al contrario, los bandidos le hicieron un favor, pues llevaba meses intentando vender esos artículos, “si eso no hubiera pasado aún los tendría aquí”, bromea al señalar su pequeño puesto repleto de empaques, bobinas y tuercas.
 
Licuadoras, ventiladores, hornos de microondas, batidoras, aspiradoras, tostadores, secadoras de cabello y hasta ollas exprés, repara. Su lista de precios va de los 280 a los 30 pesos, “todo depende del trabajo que se deba hacer”.
 
 Escuchar y observar son quizá dos de los sentidos que se necesitan en este oficio. Pues en ocasiones, con la información que el cliente le proporciona y el sonido del motor, puede descubrir el motivo de la falla.Comenta que lo más difícil es a la hora de desarmar, pues si no pone cuidado puede averiar otra parte y generar una falla más.
 
Otro obstáculo es la falta de piezas. Si no las encuentra en Artículo 123 —donde se surte—, prefiere ser sincero y decirle al cliente que no, “si voy a batallar, pierdo mucho tiempo y dejo de hacer otras cosas”.
 
Aunque no existe una temporada que defina la demanda de su trabajo, asegura que las licuadoras y las ollas exprés, son los artículos que con mayor frecuencia repara, “si son Osterizer vale la pena embobinarla porque pueden durar otros cinco años, pero cuando son marca patito, mejor que se compren otras”.
 
A sus 65 años, cada jueves Francisco se traslada de Taxqueña —donde vive— a la colonia Espartaco en triciclo para hacer ejercicio. Tiene dos hijos: un ingeniero en energía nuclear y una licenciada en diseño gráfico. Orgulloso dice que todo salió de su “changarro”. 
 
PAJARITOS A VOLAR. Durante 54 años, Fidel Villar se ha dedicado  a vender pájaros en  tianguis del Distrito Federal. Su puesto consiste en sólo ocho jaulas de madera perfectamente apiladas y una silla desarmable. Todo lo carga en la espalda cuando termina de trabajar.
 
Ofrece variedad en precio y especie. Desde gorriones en 20 pesos hasta cardenales rojizos en 600 pesos. Minutos después de iniciar la conversación, explica que cuenta con un permiso de la Dirección General de Vida Silvestre, el cual le evita caer en la ilegalidad, “toda mi vida me he dedicado a esto. Es lo único que sé hacer”, comenta.
 
Veracruz, Guerrero, Michoacán y San Luis Potosí, son algunos  de los estados de donde provienen los pajaritos que vende. 
 
Él no los cría ni los atrapa, sólo se los traen y los vende, aclara. 
 
Aunque los niños se acercan a ver las aves por curiosidad, prefiere hacer trato con la gente adulta, por aquello de la responsabilidad, “mis clientes generalmente son personas que tienen muchos años criando pájaros en casa y saben cómo cuidarlos”, asegura Fidel, quien vive en San Luis Potosí y viene al DF por temporadas.
 
Alguna vez, don Fidel intentó poner un criadero de pájaros en Cuernavaca, Morelos, pero no dio resultado. 
 
CARNITAS TRIPLE G. Durante más de dos décadas, Carnitas Los tres hermanos García, ofrece variedad y sabor en cada taco a los comensales del tianguis de la Espartaco. 
 
El negocio —y el nombre—, lo inició don Cruz, quien le heredó el oficio de comerciante a sus tres hijos: Armando, Candelario (quien ya falleció) y Guillermo. 
 
Desde pequeños aprendieron a matar el puerco, destazarlo y cocinarlo. Digamos que el secreto consiste en freír con manteca la carne, dejarla escurrir, y después, colocarla al vapor para que salga sin grasa, aseguraron estos hombres que viven en Iztapalapa.
 
También venden tlacoyos, sopes, tacos de chicharrón, longaniza y moronga.  En total, trabajan seis empleados, quienes inician su jornada de trabajo cuatro horas antes de instalar el puesto, es decir, como a las tres de la mañana. 
 
Armando dice que el sabor y el color de la carne es la diferencia entre unas carnitas y otras, “procuramos que la salsa también tenga un toque especial”, comenta.n impresa de hoy.
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