Manos que tejen sueños

21/09/2015 03:00 Elizabeth Palacios Actualizada 03:00
 

Hace siete años que Claudia tuvo en sus manos por primera vez una pequeña bolsa de mandado tejida que combinaba los colores morado, rojo y negro. Ella recién había perdido su empleo en el servicio público donde, tras haber estudiado Ciencias Políticas, había desarrollado su carrera profesional siempre. Había iniciado un negocio de impresión publicitaria en listones y su tía le sugirió que probara decorar esas pequeñas bolsas con los listones que fabricaba. De entrada la idea no le pareció atractiva; sin embargo, cuando su hermana Diana lo pensó mejor, halló la oportunidad que les cambiaría la vida.

Diana era ama de casa, pero estudió arquitectura, lo que le ayudó a desarrollar una mirada creativa vinculada al diseño y el color. Fue entonces que vislumbró lo que podría ser un gran negocio. ¿Y si esas bolsas hechas con tiras de plástico —fabricadas con pet reciclado— tejido a mano que desde hace más de medio siglo se venden en los mercados para cargar el mandado tuvieran las combinaciones de colores y el diseño adecuado para ser nuestras bolsas de uso diario? ¿Si pudiéramos combinarlas con nuestra ropa favorita y usarlas cada día en un estilo casual?

Pero aquella pequeña bolsa, cuya combinación de colores aún rechina en las pupilas de Claudia y Diana, tenía una particularidad en su manufactura: las manos que la tejieron estaban tras las rejas.

Fue a través de un contacto familiar que realizaba actividades filantrópicas mediante una agrupación religiosa que Diana y Claudia Martínez ingresaron a la sección femenil del Penal de Atlacholoaya, en el estado de Morelos. Conocieron los talleres donde se fabricaban no sólo estas bolsas, sino muchas otras artesanías y descubrieron que no siempre se encuentran los canales adecuados para comercializarlas y que mejorar el diseño y combinaciones de color podría representar una oportunidad de negocio y desarrollo, tanto para estas mujeres que trabajan dentro del penal, como para ellas, que podrían venderlas entre sus amistades de Cuernavaca, donde viven.

El primer obstáculo era el capital. Contaban con sólo 1500 pesos entre ambas, pero no dudaron en usarlos para comprar el material y pagar la mano de obra de sus primeras bolsas. Han aprendido ya a establecer una metodología para hacerles llegar a las reclusas los bocetos de los diseños, así como los materiales agrupados en las combinaciones que deben hacerse al momento de tejer cada bolsa. La capacitación no fue un problema, pues el taller de tejido de bolsas existe en las cárceles femeniles hace muchos años: sin embargo, lo que hicieron ellas fue revolucionar los diseños y darle un giro a un producto que era barato y de uso doméstico, para transformarlo en un accesorio vinculado a la moda y al estilo casual que hoy se vende en tiendas como El Palacio de Hierro e, incluso, se exportan a EU y a Europa.

Han pasado siete años y Claudia y Diana encabezan ‘Manos que tejen sueños’, una marca de bolsas,  decoración y hasta muebles realizados en los penales de cinco estados del país. 

 

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