ASESINOS SERIALES: “El violador de Castelón”

20/11/2015 12:38 Actualizada 12:38
 

La nublada tarde solo dejaba ver las intensas luces de un automóvil merodeando, se lento andar era el presagio de que algo grave pasaría; una despreocupada paseante trató de cruzar la calle, sin mirar a ambos lados dio un paso bajo la banqueta, caminó solo un metro cuando un auto la golpeó, Joaquín, el conductor, bajó apenado para ayudarle, pese a que el golpe fue muy ligero, la convenció de llevarla al sanatorio para que fuera revisada, pero el rostro preocupado de Joaquín comenzó a cambiar, el sudor anunciaba la ansiedad de llegar al destino, el camino rumbo al hospital se desvió, el falso atropellamiento fue parte del ritual, muy lejos estaban las buenas intenciones de procurarle a la joven mujer un poco de ayuda, Joaquín Ferrándiz la llevaría a un apartado lugar donde pudiera desnudarla, atarla, meter en su boca la ropa interior de la víctima y estrangularla a placer, aunque no necesariamente en ese orden

Pese a tener una apariencia física atractiva, Joaquín Ferrándiz, apodado como “El Chimo”, tenía problemas para mantener una vida normal, rápidamente se aburría de las cosas cotidianas y buscaba frecuentemente darle un toque de placer a su vida, el sexo callejero a un buen precio era uno de sus pasatiempos favoritos. 

Originario de Castelón, en España, a sus 35 años de edad gustaba de pasear por zonas rojas y elegir libremente con quien pasar un buen rato, sin embargo, este ritual también llegó a aburrirlo, el sexo de pronto pasó a segundo término, ya no era el principal disparador de su placer, encontró un sustituto que le excitaba cada vez más, en la búsqueda de la perfección se encontraba con el gozo superlativo.

El placer llegaba por nuevos caminos, las caricias dejaron su lugar a los golpes, el enamoramiento a la mentira, la penetración al ahorcamiento. Un total de 5 mujeres murieron a manos de Ferrándiz del 1 de julio de 1995 y el 14 de septiembre de 1996. La primera de ellas fue encontrada dentro de un costal con evidencia de haber sufrido ataque sexual, las siguientes tres víctimas fueron elegidas por Joaquín dentro del mundo de la prostitución, las arrojó muy cerca de sus respectivas zonas de trabajo a lo largo de las carreteras españolas, sus nombres eran Natalia Archelós, Francisca Salas y Mercedes Vélez, ninguna de ellas fue violentada sexualmente, pero todas murieron por ahorcamiento. El placer estaba en el asesinato. 

Pese a su actividad criminal, Ferrándiz llevaba una vida de lo más normal, era un buen hombre con un empleo estable en una compañía aseguradora de autos, mantenía una relación amorosa con una bella mujer, su único defecto, era ser un asesino en serie.

Tras ser capturado en el intento de un nuevo ataque sexual, Joaquín Ferrándiz fue llevado a juicio y condenado en el año 2000, su sentencia ronda los 70 años de prisión

 

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