Originario de Castelón, en España, a sus 35 años de edad gustaba de pasear por zonas rojas y elegir libremente con quien pasar un buen rato, sin embargo, este ritual también llegó a aburrirlo, el sexo de pronto pasó a segundo término, ya no era el principal disparador de su placer, encontró un sustituto que le excitaba cada vez más, en la búsqueda de la perfección se encontraba con el gozo superlativo.
El placer llegaba por nuevos caminos, las caricias dejaron su lugar a los golpes, el enamoramiento a la mentira, la penetración al ahorcamiento. Compra El Gráfico y descubre esta historia en tu edición impresa de hoy.