¡Clarketazo!

20/01/2015 05:00 Mauricio Clark Actualizada 18:49
 

UN REGALO DE VIDA

Como diría el reconocido periodista don Guillermo Ochoa en su columna  y editorial radiofónico ‘La vida va’, los momentos más significativos y grandiosos de la vida son aquellos que nos roban una sonrisa y nos hacen sentir plenos sin la necesidad de haber comprado algo que hayamos anhelado o bien, adueñarse de un objeto que sólo llega para ‘llenar’ algún vacío interno.

Los golpes de la vida me han enseñado justo eso, que lo más valioso y enriquecedor es aquello que nos hace felices de adentro hacia afuera y no al revés, como lo hice durante muchos años. Para explicarme mejor, he aprendido que las cosas materiales sólo otorgan momentos de felicidad que tarde o temprano se terminan y las cosas de raíz, las situaciones que realmente valoramos y disfrutamos son las que nos brindarán felicidad hasta el último día de nuestra existencia.

Desde mi infancia y adolescencia, escuché en repetidas ocasiones a mis papás expresando su deseo de conocer la ciudad de Miami. Esto ocurría cada vez que Raúl Velasco transmitía su ‘Siempre en Domingo’ desde la llamada Capital del Sol. De igual forma, cada que don Francisco aparecía en la pantalla chica con su famoso ‘Sábado Gigante’.

De este lugar había escuchado tantas cosas, incluso, como reportero, me tocó viajar al estado de Florida para cubrir eventos como los Grammy o bien, realizar alguna entrevista con el elenco de una película de corte mundial.

Cada que viajaba a Miami, recordaba ese ferviente deseo de mis papás por conocer el sitio que vio madurar a artistas como Celia Cruz, Gloria Estefan y Marc Anthony.

Pasaron muchos años y por fin pudimos cumplir ese sueño juntos. Así como ellos me llevaron alguna vez a Acapulco, cumpliéndome ese anhelo de ir a la playa, ahora Dios me brindó la oportunidad de poder llevar a mis papás, quienes sobrepasan los 60 años de edad y casi 40 de casados, a la ciudad que durante tanto tiempo quisieron visitar.

Ver sus caras radiantes, disfrutar su compañía en las caminatas por la bahía, escucharlos reír a carcajadas y sobre todo, gozarlos desde que empezaba el día hasta que nos íbamos a dormir, me dejan claro que don Guillermo Ochoa tenía toda la razón.

¿En qué momento se invirtieron los papeles?  No tengo idea, pero así como mis hermanos y yo nos dormíamos siendo niños mientras ellos manejaban, ahora me tocó verlos y escucharlos roncar plácidamente luego de días tan ajetreados.

Por mi vida han pasado muchas cosas, pero en este viaje aprendí, gracias a don Memo, que lo que es de raíz, lo verdaderamente significativo, no es el lugar ni la maleta llena de souvenirs sino haberles podido regresar a mis papás al menos un poquito de lo mucho que me han dado.

Con todo mi amor para mis papás, Dulce y Fausto.

5, 4, 3, 2... ¡CLARKETAZO! 

 

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