La curandera
Este tipo de chava está empeñada en quitarle lo “jotito” al guapo de la cuadra, de la escuela o del trabajo. Se obsesiona con el más guapo y que, además, le ha abierto su corazón gay esperando que ella será siempre una buena confidente y siempre tendrán oídos y paciencia para él.
Ella —al contrario— busca la manera en “enderezar al jorobado” y secretamente ama cada palabra, cada movimiento y cada gesto del hermoso chamaco, que inocentemente cree y confía ciegamente en ella. Esta “jotera” no pierde la oportunidad de invitarlo a salir a lugares “bugas” (hetero) y presumirlo con las amigas. De sólo ver cómo se retuercen de envidia como almejas con limón, le despierta cierto morbo y aprovecha cada ocasión para abrazarlo, apretarlo contra ella y si se puede, hasta besarlo. Cada que puede le habla mal del novio que el chavo tiene en turno y sutilmente se los espanta.
Le hace ver que hay otras opciones y que si se refugia en Dios, quizás encuentre la paz y la dicha con una mujer.
Vive esperanzada en que un día lo tendrá en su cama y que después de esa vez, él no buscará más a ningún otro hombre.
Por lo regular fracasan en el intento y pierden a un buen amigo, por andar de redentoras. Cuando conocen al próximo tira de nuevo toda la caballería pesada y lo intenta nuevamente, una y otra vez. Deja pasar muy buenas oportunidades con hombres no gays y que las podrían haber hecho felices, pero ellas continúan con el reto y no cejan en sus propósitos. Acaban con una gran frustración y se casan al final (o se emparejan) con un “enclosetado” al que le permiten todo con tal de no quedarse solas. Su misión —según ellas— es curar a esas almas distraídas y confundidas.
La reventada vampi
Son jaladoras con los amigos gays y andan con ellos de arriba para abajo. Se meten a todos los antros gay y son conocidas por los meseros, los de seguridad y los cantineros. En muchas ocasiones, ni ‘cover’ pagan de tan populares que son. O las dejan entrar gratis o los amiguitos les pagan todo, porque son de lo más divertidas.
Chupan al parejo, saben “perrear” como si fueron “jotitos” atrapados en cuerpo de mujer. Se saben todas las rolas de moda y conocen tan bien los gustos de sus amigos, que hasta les sugieren el ligue con aquel guapo de la mesa de enfrente o se hacen novias de algún mesero del bar para estar siempre en primera fila y chupar de a grapa.
Le caen a los “after” y se amanecen como si no hubiera mañana.
Viven la vida gay como propia y no tienen pedos en dar explicaciones de por qué andan en el ambiente todo el tiempo.
En casos más extremos, le entran a los estimulantes y se meten “tachas”, “poppers” y hasta líneas de coca, con tal de no quedarse atrás y ser calificadas como “nerds” o aburridas. Si no le atoran, ya no son invitadas a la próxima; y eso, no lo pueden permitir.
Si el amiguito en cuestión tiene un “levante” no la hacen de pedo y la dan luz verde para irse con el nuevo galán, ellas se la arreglan para irse a casa seguras. Los taxistas afuera del antro las conocen y se sienten protegidas. De cualquier modo, si el amigo tiene onda con alguien, ellas conocen a medio mundo y se agregan a otro grupo que sigue la fiesta en otro lado. Total, ya mañana platicará con su “comaye” de cómo le fue con el bombón que se llevó.
Por lo general, son mujeres independientes que no rinden cuentas a nadie. Ni a sus padres, ni a sus hijos —si los tienen— son reventadas y ¿qué? ¿Novio? Nooo, esos estorban y no entienden que ellas son felices en ese mundo donde son siempre aceptadas y queridas.
Olvidaba decir que pueden andar de fiesta en lunes, sábado o en Navidad. No hay tos. Siempre y cuando sus amigos gays no se olviden de invitarlas.
Cuando el mejor amiguito se hace de pareja, le dan casi casi la bendición y se acostumbran a ya no verlo tan seguido; pero no se “agüitan” hay más cuates, por algo son las reinas de la noche. Las “vampis”… nunca fallan.
