ASESINOS SERIALES: La viuda negra

18/09/2015 05:00 Ricardo Ham Actualizada 11:38
 
La pequeña y suave mano de Anna se posó en el rostro de su amado. En total silencio y soledad cerró los ojos del hombre con quien había vivido los últimos años, el vacío era el único acompañante de Anna, no deseaba que nadie más fuera testigo del amargo momento. 
 
Miraba alrededor cada esquina de la habitación, no pudo evitar que su mano cubriera la pequeña sonrisa que dibujaron sus labios, buscó el pequeño frasco oculto entre sus ropas, lo miró y leyó en voz baja el nombre del contenido, aquellas gotas que durante semanas estuvo vaciando en cada alimento de su marido hasta verlo morir. 
 
Anna Marie Hahn encontró el arma perfecta, el veneno se convertiría desde ese momento en su cómplice silencioso.
 
Siendo la hija menor de una familia de 15 integrantes, Anna Marie Filser nació en Alemania a principios del siglo pasado, durante su adolescencia fue notable la belleza y carisma que había alcanzado, por lo que no faltaron pretendientes que rodearan a la joven alemana. 
 
Tras quedar embarazada y dar a luz, sus padres decidieron mandarla a Estados Unidos, ya en territorio americano, conoció  a otro migrante alemán con quien pronto se relacionó sentimentalmente y de quien tomaría el apellido Hahn.
 
BENEFACTORES A LA TUMBA. En 1933, Anna conoció a Ernst Kohler, con quien tuvo una relación muy cercana, pero la muerte del hombre sorprendió a propios y extraños, pues heredó su casa a su reciente amiga.
 
Esta historia se repitió con frecuencia en todas las amistades que Anna iba construyendo en los Estados Unidos.
 
Albert Parker fue el siguiente, tras ser atendido durante sus últimos días por la joven teutona y decidió realizarle un préstamos de mil dólares que no pudo cobrar al morir.
 
Jacob Wagner fue el siguiente, que también “heredó” una fuerte suma de casi 20 mil dólares a Anna Hahn.
 
Luego siguió George Gsellman que dejó 15 mil más para su nueva amiga europea.
 
Un viejo zapatero de nombre Georg Obendoerfer, contrató como enfermera a Anna, pero comenzó a sospechar que ella tenía responsabilidad en el deterioro de su salud, fue muy tarde cuando notificó a la policía y lo único que se logró fue realizar una autopsia al cuerpo de  Obendoerfer donde se encontraron restos de arsénico.
 
huella homicida. Los investigadores solicitaron las mismas pruebas para las víctimas anteriores y en todas ellas el veneno fue la clave.
 
Tras un breve juicio de menos de un mes, la viuda negra alemana fue encontrada culpable por la muerte de 5 personas, Anna Marie Hahn fue condenada a muerte en la silla eléctrica, siendo la primera mujer en sufrir esa pena en Ohio, Estados Unidos, hoy sus restos reposan en Columbus, en el cementerio Mount Calvary. 
 
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