África y sus ritmos ¡para todos!

14/09/2015 03:00 Elizabeth Palacios Actualizada 03:00
 

Hace muchos años que un sistema de maltrato y violencia estructural alrededor de la enseñanza de la danza llevó a Asami no sólo a alejarse de su vocación, sino también a odiar la imagen que el espejo le devolvía conforme crecía.

Era apenas una niña cuando decidió que quería ser bailarina; sin embargo, cuando comenzó a desarrollarse la báscula se convirtió en su peor enemigo. Una maestra la marcó para siempre al decirle que era “obesa” y así no podría bailar. Era una niña de 14 años que había sido etiquetada como “obesa” cuando su peso no llegaba siquiera a los 50 kilos. Tras años de acoso escolar y maltrato en un sistema que obliga a las niñas que aspiran a ser bailarinas a permanecer delgadas al extremo de poner en riesgo su salud y su desarrollo, Asami abandonó lo que era su única pasión.

Nadie que hoy vea el ímpetu que Asami Gómez demuestra en el escenario, lo mismo cuando baila que cuando hace sonar los tambores, podría imaginar que en el pasado ella odiaba a su cuerpo por sobre todas las cosas. Tras abandonar la Academia Mexicana de la Danza e ingresar a la UNAM para estudiar el bachillerato y tratar de encontrar una nueva vocación, Asami subió 20 kilos y, entonces de verdad, comenzó a tener problemas con su peso, lo que agravó su baja autoestima.

Pero hubo algo que literalmente salvó a Asami y la devolvió a la luz hace 15 años. Y no es algo pequeño, sino todo un continente que se le incrustó en el corazón y no la ha abandonado.

Aunque estudió una licenciatura en Estudios Latinoamericanos y cursa una maestría, hoy Asami Gómez sí es bailarina, maestra, coreógrafa, directora, gestora cultural, amiga, hija y madre soltera de una traviesa de tres años y medio que la tiene cautivada. Desde pequeña bailó y ni siquiera un sistema de danza que se peleó con sus “kilos” de más logró que abandonara su vocación pues al contrario, ese rechazo la llevó a los brazos de la danza africana,  que le enseñó que la danza no es elitista, ni es privilegio de las personas delgadas o ágiles. La danza es un derecho innato para todas las personas.

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