Mezcal que sabe a esperanza

13/10/2014 23:59 Elizabeth Palacios Actualizada 00:00
 

Hoy leí que “el mezcal desinfecta las heridas del alma” y supe que eso era lo que había transformado a Jacobo. Y es que hace 12 años este hombre no era el mismo que hoy abraza fuerte y saluda apretando mi mano. 

Cuando Jacobo Márquez tenía 25 años parecía tener una buena vida. Un trabajo estable y nada despreciable que le permitía ganar lo suficiente para estar tranquilo en esa anhelada zona de confort que todos quisieran alcanzar. Pero a Jacobo, esa vida no lo hacía feliz, así que un buen día renunció a su empleo y se fue con un amigo hacia las playas de Oaxaca a tratar de encontrar el sentido a su vida.

En el pueblo de Chacahua, famoso por ser un lugar donde las tortugas llegan a desovar, Jacobo decidió vivir como cualquiera de sus habitantes. Pronto se comenzó a fusionar con la comunidad y así empezó a intercambiar conocimientos. Mientras a él le enseñaban a pescar y a construir palapas, él enseñaba a los niños a leer y a escribir. Siempre había algo que festejar, y cuando no, pues había alguna pena que acallar con un buen trago. Y ya lo dice el dicho: “Para todo mal, mezcal y para todo bien.. ¡también!… y si no hay remedio, ¡litro y medio!”.

Así fue como el mezcal se volvió parte de la vida de Jacobo que ahora, a sus 36 años, es el socio principal de Sabrá Dios, una empresa distribuidora de mezcales artesanales producidos no sólo en Oaxaca, sino en todo el país. Y es que, al irse interesando por el mundo de la producción mezcalera, Jacobo descubrió la dimensión de todo aquello que ignoraba alrededor de esa bebida, de la cual ya se había enamorado.

Sabrá Dios tiene una tienda muy especial en la ciudad de México. Ubicada en la colonia Condesa, es un espacio para distribuir las marcas artesanales del agua de las verdes matas, pero en un esquema de comercio justo.

Con el tiempo, Jacobo fue descubriendo que en 21 de los 32 estados de México se produce mezcal y eso le produjo una curiosidad gigante. Así comenzó a visitar fábricas de mezcal y a probar la mayor cantidad de variedades que podía.

Y así, poquito a poco, Jacobo se fue enamorando de sus historias, de los procesos, de los sabores, de los olores. El aroma se le fue impregnando en la piel. Pero así como escuchó historias maravillosas, también supo de situaciones terribles. De cómo muchos intermediarios abusaban de la ignorancia de los productores de mezcal artesanal y no pagaban un precio justo por tanto trabajo que hay detrás de esta bebida. También supo de las grandes necesidades del campo mezcalero y entendió que la más importante de atender era el rezago educativo.

Así, gracias a una iniciativa que contó con el apoyo de Transformadora Ciel, lograron arrancar la construcción de una biblioteca en el pueblo Santa Catarina Minas, cuna mezcalera, ubicada en el municipio de Ocotlán, Oaxaca. El proyecto ha ido creciendo, pues la necesidad es mucha, y prácticamente hoy se ha convertido en un Centro Cultural que estará listo a mediados de 2015.

Al día de hoy, Sabrá Dios exhibe más de 30 marcas artesanales porque tiene como principio el no crear una marca de mezcal propia, sino impulsar el crecimiento de los productores, y hacer nexos de comunicación entre ellos.

Así, un productor que quiera que su mezcal sea exhibido aquí, y comercializado bajo un esquema justo, deberá tener tres características fundamentales: producir un mezcal 100% artesanal, llevar a cabo un plan de reforestación e involucrar a una comunidad, no sólo a su familia o a sí mismo.

Actualmente, la energía de Jacobo también se enfoca en el proyecto “La Cofradía de los Mezcales”, donde reúnen a maestros mezcaleros de todo el país para que compartan sus conocimientos, experiencias, logros y retos. Jacobo finalmente descubrió el sentido de su vida y consolidó un modelo de negocio que ayuda a la gente, pero sobre todo recobró el significado de la palabra esperanza. Y cuando pronuncia esa palabra, se le quiebra la voz y deja escapar un par de lágrimas que más que de tristeza, son de rabia. Sus ojos se humedecen mientras mantiene la mirada en alto porque él, como muchos, está cansado de que México sea sinónimo de abuso y desolación.

 

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