TIANGUIS

12/02/2015 04:30 Mónica Ocampo Actualizada 02:07
 
No hace falta caminar mucho para descubrir el puesto de doña Socorro Solís en el tianguis de la Olivar del Conde —en la primera sección—. Sentada sobre un banquito de madera ofrece artículos de segunda mano que pueden ser una pieza de utilidad para muchos compradores. 
 
Ofertas irresistibles como un par de tenis Nike “de medio cachete” en 140 pesos, chamarras de pluma de ganso en 100 pesos o un pantalón de mezclilla en 50 pesos.  
 
Socorro, quien lleva 25 años vendiendo ropa de segunda mano, llegó a este tianguis  —ubicado entre la Calle 21 y la 13— hace más de dos décadas. Primero inició vendiendo sopes, luego pantalones de mezclilla, así como ropa y calzado de bebé. 
Aunque ella y su esposo son de los comerciantes con más años, el giro de las “chacharitas” lo descubrieron recientemente, “hasta herramienta usada llegamos a vender”, recuerda. 
 
El negocio de la ropa usada tuvo su época memorable cuando ‘chavos y chavas nice’ armaban su guardarropa con las prendas salidas de las pacas americanas; sin embargo, actualmente cada vez son más los clientes “que van al día con sus gastos”.
 
“Antes me acuerdo que iba a Tepito a comprar costales de ropa usada en 25 pesos. Me llevaba a mis hijos para que me ayudaran a cargar porque me traía cinco o seis, pero ahora las ventas están cada día peor”, comenta.
 
Al hurgar entre los cientos de prendas apiladas sobre los camastros, se pueden encontrar piezas de marca con precios mucho más baratos que en los aparadores de los grandes centros comerciales. Con suerte y madrugando se puede adquirir un pantalón Levi’s, Hollister o Abercrombie en sesenta pesos, mientras que tenis Converse “semi nuevos” en 400 pesos.
 
“A la gente ya no le alcanza para gastarse 500 o 600 pesos en ropa. Aunque la ropa no es nueva, los clientes saben que antes de vender, todo se lava con agua caliente y cloro”, explica. 
 
A sus 72 años, Socorro admite que ya no tiene fuerzas para ir a Tepito a surtirse, así que la mercancía que ofrece la consigue en otros tianguis, como el de la avenida Zaragoza, “compro dos o tres bolsitas de ropa, no más, porque me canso”. 
La aguja del pajar. Victoria Galeano llegó a vender ropa de bebé y bonetería a los ocho años en compañía de su madre al tianguis de La Olivar del Conde hace 50 años, “aquí crecí, aquí me casé y aquí nacieron mis hijos”, dice orgullosa.
 
De su puesto, que mide menos de cinco metros, asegura que salió para mantener a su familia, pues enviudó muy joven, así que gracias al comercio logró cubrir las necesidades básicas de su casa, “mis tres hijos tienen carrera. 
 
Aunque no ejercen porque les gustó más el comercio, me da orgullo decir que lo logré yo sola”, explica.Además de la bonetería, también vende cosméticos y artículos para el cabello, y aunque asegura que no es la única que se dedica a ese giro, ha logrado acreditarse con el paso del tiempo por sus precios accesibles y el trato con sus clientes:“Se necesita mucha paciencia. Hay gente que pregunta los precios una y otra vez, así que no se les puede responder de mala gana, aquí el que se enoja pierde”, asegura.
 
Aunque tiene 69 años, admite que el día de su jubilación se encuentra lejano, pues ser comerciante es uno de los motivos que la impulsa a seguir activa. 
 
Taquitos de guisado. Cualquier exitosa compra no puede dejar de coronarse con una comida de las que se expenden en los puestos: humeantes caldos de pancita, barbacoa de borrego, tacos de carnitas, sopes, quesadillas y aguas de temporada. Sin embargo, al preguntar recomendaciones suena el nombre de Carmela Sánchez, quien dirige “Antojitos Anita”.
 
Desde hace 30 años, se encarga de vender tacos de guisado como salchichas a la mexicana, chicharrón en salsa verde, arroz con huevo, carne encebollada, longaniza, suadero, riñoncitos, chiles rellenos, en fin, una gran variedad de sabor totalmente mexicano. 
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