LA EDAD DE PLATA: “El maestro Heneguy”

Vida 09/02/2016 12:25 Actualizada 21:35
 

L os maestros “de antes” como Heneguy del Ángel eran entregados, amorosos y pacientes. Integraban los conocimientos en una sola actividad para mostrarle al alumno que la escuela sirve para algo.

“Solía llevar a mis alumnos a recoger hojas y piedras al Cerro de la Estrella, en Iztapalapa. Las clasificábamos y luego hacíamos trazos matemáticos para determinar qué cantidad de pasto se necesitaba para cubrir ese espacio”.

Los maestros llevaban a las comunidades nuevas ideas para mejorar la vida rural y la docencia se tomaba más como un apostolado que como una profesión, la misma para la que este hombre de 81 años se preparó desde los 12 años.

“Ahora los profesores son apáticos y ya no son tan buenos, porque ellos no tuvieron buenos maestros”, dice quien dedicó 49 años de su vida a dar clases.

Al oriundo de Ilamatlán, Veracruz, Heneguy, la chispa del conocimiento le viene desde el nombre. Hijo de un profesor de primaria y amante de las Ciencias Naturales, nombró a su hijo con el apellido de un biólogo francés reconocido.

Con el tiempo, el profesor de primaria y secundaria se convertiría en catedrático de la Escuela Nacional de Maestros, con especialidad en Literatura y Pedagogía.

La preparación es importante, sin embargo, para él los títulos son lo de menos si detrás de ellos no existe un verdadero amor hacia el alumno.

Un amor que se manifiesta por medio de la corrección de errores y las derrotas que consolidan los triunfos.

“Mi primera clase fue un fracaso. La hice como Dios me dio a entender, porque uno se va haciendo maestro con la práctica”, comenta el hombre al recordar la cantidad de reprobados que tuvo el primer año que dio clases.

Para él, hay una diferencia enorme entre teoría y práctica y aunque él iba bien preparado de la escuela, entendió que cada error tenía que ser corregido y revisado para no volver a ser cometido.

Ideó una estrategia para que su grupo más querido —niños que padecían secuelas de polio en el DIF— comprendieran las rimas por medio de algunas calaveritas históricas. 

Heneguy les contaba historias de don Juan Tenorio y otros personajes, para que estos niños de entre 11 y 18 años escribieran las calaveritas en verso, que serían pegadas en un periódico mural, y con amor y paciencia, durante más de 19 años corrigió estos textos. 

“Mi mejor reconocimiento fue un día que el director de la escuela entró a mi clase y les dijo a todos mis alumnos: Muchachos, son muy afortunados. A mí me hubiera gustado tener un maestro justo como el de ustedes”, dice el amante del huapango, quien después de jubilado se convirtió en profesor de música.

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