BOCANADA

09/01/2015 06:00 Samuel Ocampo Actualizada 00:34
 

 

L o mismo defiende a migrantes que a los familiares de los normalistas de Ayotzinapa desaparecidos. Pero ¿qué quiso ser él antes de ser sacerdote?,  ¿existe el diablo, el  infierno? ¿Qué opina del aborto y los matrimonios ‘gays’.  Conózcalo en esta bocanada.
 
—¿Quién es Alejandro  Solalinde?
 
—Un misionero del reino de Dios, un rebelde, un indignado, un creativo, propositivo, solidario de la gente. Ama la iglesia; pero no está de acuerdo con la estructura de poder y dinero que tiene. 
 
—¿Profesión?
 
—Tengo diversas profesiones civiles; pero prácticamente mi misión es construir las buenas relaciones justas, de amor sincero, de respeto, de igualdad.
 
—¿Es un cura rebelde?
 
—Soy un cura fiel al reino de Dios. Los rebeldes son otros que no cumplen lo que nos ha enseñado el Evangelio.
 
—Cuando era chico, ¿en qué soñaba, siempre quiso ser padre?
 
—No. Yo creo que no soñaba nada. Era un niño con muchos problemas. De hecho fui, con toda la extensión de la  palabra, la oveja negra de la familia. Era muy travieso. Yo no tenía aspiraciones. Con muchos trabajos terminaba el año. Me expulsaron dos veces de la escuela, una del colegio de monjas, de paga, y que me daban beca porque mi padre no podía pagarlo; y otra era  oficial, donde también me corrieron.
—Dicen que para llegar a la vida religiosa se tienen algunos llamados, ¿qué le pasó a usted?
 
—Dios sí existe y de verdad me llamó. Yo no conocía en esa forma su voz, no sabía que él llamaba, y me convencí de que sí, que efectivamente Dios llama y me llamó. Y me dijo en silencio que ese no era mi lugar al que yo estaba aspirando. Yo estaba en la UNAM,  estudiando arquitectura, y me vi en otro lado,  exactamente en ese silencio él habla muy claro y me sugirió el sacerdocio. Y yo dije: ‘el sacerdocio no, definitivamente no’ e hice mi solicitud para Filosofía y Letras y me aprobaron, yo iba a entrar ahí, y finalmente fue más fuerte todavía esa voz y dije: ‘está bien,  tú ganas, me voy’ y me fui con los padres carmelitas.
 
—¿Qué pasó en Ayotzinapa?
 
—Fue la foto infraganti de un Estado asesino, un Estado corrupto, simulador.
 
—Después de la reunión con los padres de los normalistas, donde hubo algunas fricciones ¿ha vuelto a hablar con ellos?
 
—Sí, claro que sí, y nunca he perdido contacto. Lo que pasa es que yo hablé con un grupo, pero no con todos. Después ellos se han estado comunicando conmigo; pero me da pena decirlo, no quisiera decirlo, pero se han disculpado. Ya lo olvidé, somos  amigos, tenemos que luchar juntos por transformar este México, sin violencia, pero con mucha firmeza. 
 
—¿Cabe el rencor en su corazón?
 
—No, no sé  tener rencor y no sé tener odio. No sé, de verdad, lo digo de todo corazón. 
 
—¿Habla con Dios?
 
—Sí, sí hablo todo el tiempo con él, sobre todo a Jesús. Yo a Jesús lo tengo como mi mejor amigo, le cuento todo, no le tengo ninguna reserva.  Tengo  tres grandes amigos: mi padre Dios, que es mi amigo;  Jesús, mi amigo, mi ejemplo de valentía de rebeldía y su proyecto me convence, que es el reino de Dios. Pero también tengo un gran amigo que le admiro mucho, que es el Espíritu Santo, es rebelde, es innovador, no le pide permiso a nadie, no está sujeto a ninguna autoridad. Detrás de cada acción buena está él.
 
—¿Existe el infierno?
 
—Sí, es la corrupción política que tenemos, la injusticia, toda la destrucción  que hemos hecho entre nosotros. Son las relaciones  humanas envenenadas. El infierno es la ceguera del alma.
 
—Dicen que Dios aprieta pero no ahorca… 
 
—Dios ni aprieta ni ahorca. Es lo más inocente que se puede uno imaginar. Todo lo bueno procede de él. Lo malo es de nosotros. 
 
—¿Algo que le quite el sueño?
 
—Sí, a veces sí, cómo no, estoy pensando en  muchas cosas, los problemas los analizo un tiempo, unas horas, pero finalmente encuentro una solución. 
 
—Hay quienes lo quieren y quienes lo odian  ¿qué opina?
 
—Que es normal, como Jesús,  que era un joven controvertido, y es natural, porque una persona no puede ser sujeto de compresión de todas las conciencias. 
 
—¿Ha sido tentado por el Diablo?
 
—Yo  no creo en el diablo, lo siento mucho. Yo no creo en el diablo como persona,  sí creo en el mal. Yo creo que el diablo es esa parte egoísta de nosotros mismos. Es toda la
maldad que hemos dejado suelta, la ambición, el poder del dinero…
 
—El Señor es mi pastor, nada me faltará...
El Salmo más hermoso, el 22. Es el que más me gusta a mí, porque veo a Jesús como un pastor, creo que es un buen pastor que nos guía.
 —¿Qué lo llevó a defender a los migrantes?
—Verlos desamparados y como ovejas sin pastor. Yo había cumplido 30 años de sacerdote y me preocupaba mucho el hecho de estar en una oficina como párroco  y  celebrar misas, atender asuntos, mientras allá en la calle nadie se preocupaba por los migrantes, por las cárceles, excepto por los que están comisionados  para ir a las cárceles. Me impresionó mucho cuando un párroco, que debió atender a sus ovejitas que son los migrantes, no lo hacía. Entonces dije: ‘si no lo haces tú, ¿entonces quién lo va hacer?’ y  empecé  a decir: ‘no quiero ser más párroco de esta estructura, ni un día más de mi vida voy a desperdiciar en este sistema’, y entonces decidí irme a la calle, a las vías, con los migrantes. 
 
—¿Qué música la gusta?
—Me gusta de toda. Pero me hace mucho descansar la música instrumental. Me encanta Andrea Bocelli, Il Divo, Il Volo, ese tipo de música me gusta. Pero también me gusta la música pop, la música ranchera, folclórica de varios países. 

 

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