Un gancho a la inseguridad

08/07/2015 12:35 Actualizada 12:44

 

Cuando Pedro Salto choca los guantes, siente cómo la adrenalina recorre su cuerpo. Mira a su adversario, le ofrece un saludo de respeto y sacude sus temores. 

“Hago lo que yo sé hacer. Mis miedos se consumen cuando golpeo los guantes de mi contrincante,  los quemo y los convierto en adrenalina”. 

Desde chico, este comandante de cuadrante aprendió que no hay necesidad de buscar pleito, pero sí de meter las manos.

A los nueve años, entre el enojo y la cobardía, Pedro se defendió del ‘bullying’ con golpes certeros a los dientes de los otros niños y ya cuando los veía en el piso, se daba cuenta de que salió bueno para los golpes.

Con el ejemplo de su padrino policía, que también era boxeador profesional, el círculo del destino estaba cerrado. De ser temeroso y huir de los golpes, este muchachón pasó a defenderse de más. 

En la secundaria, un compañero lo incitaba a sacar la casta por medio de los puños.  “Al principio era muy dejado y prefería que me pegaran, pero él me decía ‘levanta las manos’ y así, de no gustarme el pleito, ya después me tenían que separar”. 

Pero la línea entre víctima y victimario suele ser muy delgada y lo llevó a tener problemas en la escuela, tanto así que sus padres decidieron canalizar todo ese ‘talento’ en algo más productivo. 

“Me dijeron: ‘¿Te quieres pegar?, hazlo deportivamente’” y lo llevaron al box. Con base en los entrenamientos, combinados con su servicio en la Policía Preventiva de la Secretaría de Seguridad Pública, a los 24 años y con cuatro de servicio, empezó a ‘hacer sus pininos’ como boxeador amateur en las Poliolimpiadas del 2003, ganando su primera pelea desde el primer round. 

“A través de las técnicas de boxeo vas volviéndote respetuoso y tranquilo. Es una disciplina que te transforma, dejas de andar de pleitista allá afuera y, al contrario, ofreces disculpas aunque te ofendan. Eso es lo que hizo el box por mí”. 

Como comandante del cuadrante 7 del sector Granjas, su función es tratar de reducir el índice delictivo de la delegación Iztapalapa. Su experiencia con el box, su formación como licenciado en Administración Policial y sus 16 años de servicio, le han enseñado que ‘los ojos sobre la mira’ de la inseguridad hacen toda la diferencia.

“En la calle, como en el ring, no se tienen que dar muchos golpes, con uno o dos bien puestos se acaba la pelea”, presume.

 

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