VIDAS CALLEJERAS

06/08/2014 03:30 Paola Ascencio Actualizada 01:53
 
Juan Manuel Hernández dedica la mayor parte de su vida a crear y vender arte en miniatura. A pinceladas y dedazos crea mundos fantásticos y paisajes brillantes que quedan plasmados en diminutos lienzos. Para él, pintar es una pasión y “regalar” su trabajo una satisfacción. 
 
A sus 60 años, las manos entintadas reflejan “el don” que afirma tener desde que nació. Es originario de Guadalajara y dice que su destino en el campo ya estaba escrito como el de sus padres, pero él retó a la vida para perseguir el sueño de pintar y exponer su arte en la ciudad de México.
 
Juan Manuel estudió pintura pero sobrevivir en una ciudad que desconocía, con una carrera poco difundida, lo colocaba en una posición difícil. “La triste realidad es que no todo es como uno sueña, porque todos te ignoran”, relata este hombre, quien se olvidó de soñar en grande.  Esto lo llevó a vender cuadros en Avenida Juárez, donde tuvo poco éxito a pesar del esfuerzo que dedicaba a cada pincelada. 
 
Desde hace 30 años, Juan Manuel ha convertido el Bosque de Chapultepec en su lugar de trabajo y su mejor galería.  Poco tiempo después de fracasar en el centro de la ciudad, y tras escuchar el consejo un joven artista indígena, Juan Manuel depuró su técnica para  pintar con los dedos y crear un cuadro miniatura en cinco minutos. Los crea, enmarca y ofrece a quienes, dice, “gusten de comprar buen arte”.
 
Este pintor no necesita  lienzos grandes y finos, tampoco un taller dónde trabajar. Le basta  un pequeño banco para sentarse, una vieja tabla de madera que acumula una historia en cada mancha y unos cuantos instrumentos de pintura. Con ellos traza óleos con paisajes increíbles, que sólo existen en su imaginación.
 
“En mi mente hay árboles y paisajes de todos los colores”, asegura el pintor, quien  tiene reflejada en una obra “la versión real” del volcán Iztaccíhuatl, pues cree que otros artistas la pintan muy redonda.
 
Juan Manuel vive en Chimalhuacán. Tras un largo trayecto de varias horas dedica el día a pintar y vender sus piezas, hasta comercializar la última. Los lunes descansa, porque cierran el bosque y la zona está vacía. En los días de lluvia, se va antes porque todos corren, incluido él.  
 
Si estás frente a él, por 30 pesos te llevas un cuadro miniatura o cuatro por 100 pesos. La ganancia es poca para Juan Manuel, casi nada, pues sólo cobra a sus clientes el material que utiliza. Asegura que lo hace por pasión, porque con  ganar lo necesario para comer al día, se siente satisfecho.

 

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