Los años pasan, ¡la bici sigue!

05/05/2014 23:33 Elizabeth Palacios Actualizada 23:07
 
 
Por azares del destino, mientras vivía en la ciudad de Montreal, Canadá, hace 20 años, escuchó a una artista africana que le decía a otra mujer: “nunca dejes que nadie te diga que no puedes”. Esa frase se le quedó grabada.

Así, cuando Areli regresó a la casa de sus padres en Cuernavaca, lo primero que hizo para no extrañar la vida canadiense fue comprar una bicicleta. Su madre repetía una y otra vez que eso no era una buena idea. Ella se aferró y tras cruzar el pequeño umbral de dolor que todo ciclista principiante experimenta, conoció a su gran amor: el ciclismo urbano.

Han pasado más años de los que quisiera desde que compró su primera bicicleta. Hoy Areli Carreón es madre, ama de casa, ambientalista y activista. Es también miembro activo y fundadora de Bicitekas, A.C.

Cuando dio a luz a su primer hijo tuvo más miedo a bajarse de la bicicleta que al parto. Y es que a la decisión de casarse y tener una familia, que tomaron Areli y su esposo hace siete años, le sobrevino la de que ésta se moviera en bici.

Las primeras rodadas con un bebé fueron difíciles, pero con la práctica, mucha convicción y el apoyo de su esposo —a quien conoció por Internet a través de conversaciones sobre bicicletas y que también es promotor del ciclismo urbano— finalmente ella y su bebé se hicieron uno mismo sobre la bici.

Esta familia no vive en la zona centro de la ciudad, pero cohabita con miles de personas que desde siempre han usado la bicicleta como medio de transporte cotidiano, en Iztapalapa.

La vida siguió su curso y llegó un segundo bebé. Cambiaron la bici por un triciclo.

A éste le hizo adaptaciones para colocar un asiento para bebé, de los que se usan en los autos. Así rodaron durante un tiempo, hasta que los niños crecieron y llegó otra adaptación. 

Areli lo transformó con sus propias manos. El vehículo en el que hoy lleva a sus hijos a todas partes es el mismo triciclo, con un asiento adaptado para ambos niños que van asegurados con cintas elásticas.

Desde que viaja en el triciclo con sus dos hijos se ha caído tres veces y chocado una. “El triciclo tiene un centro de gravedad diferente que la bici, tuve que aprender a dar vueltas. La tercera vez todos tocamos el piso y fue mucho más aparatoso”.

Un día común en la vida de Areli Carreón inicia con dos pequeños saltando a su cama pidiendo desayuno. Areli y su esposo los alistan y luego, cada quien toma su vehículo. Él también va en bicicleta a su trabajo, ella recorre con su triciclo las calles que separan a su casa de la escuela. Vuelve y combina las labores domésticas con el activismo. 

En los últimos días, su atención se ha centrado en impulsar la aprobación de una ley de movilidad que podría ser votada esta misma semana en la Asamblea Legislativa.

“El futuro del ciclismo urbano es el de carga, y eso implica el transporte de pasajeros (...) involucra bicicletas más anchas, más pesadas, ; no podemos seguir apostando sólo al ciclista que somos”.

Han pasado más de 15 años desde que Areli y sus compañeros se ganaron el apodo de ‘bicitercos’. Su terquedad ha sido clave para que la ciudad vuelva la mirada hacia quienes antes eran invisibles. Ahora, sigue faltando que sean las autoridades las que enfoquen sus miradas y se den cuenta de que hay 16 delegaciones, y no sólo las cuatro que integran la burbuja de bienestar de la ciudad.

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