CUARTO VIOLETA: Hay amores que llegaron para quedarse

04/11/2015 05:00 Srita. Velázquez Actualizada 14:01
 
Mis amigas suelen preguntarme cómo es que logro llevarme tan bien con mis ex novias, cómo es que logro mantenerlas entre mis contactos de Facebook, salir con ellas o invitarlas a mis cumpleaños o, incluso, pedir que inviten a sus respectivas parejas.
 
Cuando les digo que no me afecta en absoluto ver a la chica con quien compartí mi cama o mi vida, de la mano de alguien más, obviamente no me creen.
Suelo darles un discurso sobre la madurez, sobre poder ver y hablar con alguien sin que un sentimiento añejo interfiera o sobre lo fácil que es convertir el amor en amistad con el suficiente tiempo de por medio...
 
Todo ésto, porque esta semana hice una fiesta en mi casa e invité al gran amor de mi vida, Fer. Con ella estuve un año, tal vez un poco más, pero fue la relación más intensa que he tenido. 
Ella era caliente, yo fría. Ella decía arriba, yo abajo. Hasta las discusiones estaban cargadas de sexo. Desde que nos conocimos, la mecha estaba más que encendida y no faltaron las veces que salíamos de baños o lugares públicos con el cabello alborotado y una sonrisa gigantesca. Podíamos estar en la cama todo el día. Nos hicimos promesas de amor eterno, de matrimonio (algo que casi no sucede ¿verdad?), de vivir juntas, de viajar y de hacer mil y una tonterías, pero comenzaron a surgir los problemas, los celos, la dependencia y el control. Terminó por ser una relación asfixiante para ambas y aunque el sexo jamás dejó de ser obligatoriamente orgásmico, dejé todo por la paz. Al mes, conocí a alguien más y me enfoqué en olvidarla, Fer seguía ahí. 
 
Eso ocurrió hace unos cinco o seis años. Ahora cada quien tiene una vida nueva y otras prioridades. En la fiesta que hice, Fer llegó con su nueva novia y ¡oh sorpresa!.. resultó ser su mejor amiga, aquella que conocí cuando Fer y yo comenzábamos a salir. Una chica de tacones, pelo muy largo y 18 capas de maquillaje.
 
Cuando llegaron, las abracé al mismo tiempo y les dije que estaba muy contenta por verlas. Bailamos y bromeamos sobre el tiempo y las circunstancias. ¿Quién se iba a imaginar que terminarían así las cosas? Era un triángulo bastante curioso, sobre todo porque cuando Fer y yo éramos novias solíamos platicar con su amiga sobre su curiosidad por las mujeres, salir del clóset y demás lenchismos.
 
Ahora, ella bailaba con Fer.
 
Como siempre, cuando la fiesta estaba en pleno apogeo, el alcohol hacía de las suyas.
 
Volteé a ver a Fer. Estaba sola, su novia (¿amiga?) había ido al baño o tal vez al último círculo del infierno por más maquillaje, no sé, el caso es que tampoco me importó.
 
Me acerqué, le di un beso en la frente y le dije que a pesar del tiempo o de con quién estuviéramos, siempre seríamos ella y yo. Fer sólo me tomó de la mano y me dijo: "Lo sé, te amo".
 
Después alguien me habló y me tuvo que soltar. Fue cuando el globo que por segundos comenzó a flotar por la habitación, se reventó.
 
Más tarde, le agradecí que a pesar del tiempo y de mis decisiones siguiera en mi vida.
 
Le dije que jamás creí que verla feliz fuera suficiente y ella sólo me contestó con un “te amo”.
 
Sé que algunos amores se deben olvidar y otros tomarlos como un estado de locura temporal, pero hay otros que llegaron para quedarse.
 
PD: Las cosas se ponen serias con Carla. Dejé mis encuentros ocasionales y comienzo a salir más con ella. Me gusta que juntas somos la impulsividad en su máxima expresión. Ah, y siempre está caliente.
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