VIDAS CALLEJERAS

04/02/2015 03:00 Paola Ascencio Actualizada 04:40
 
Salvador ha dedicado su vida al amor desde hace 13 años. Entre cubetas llenas de coloridas y brillantes rosas, su labor diaria está en venderlas para transmitir la pasión y el olor que  emanan de ellas. Y es que bajo el cobijo de un puente peatonal, sus flores brotan y enamoran a los transeúntes que  pasan.
 
De su nombre nadie sabe, pero no es algo que le moleste, pues este hombre tímido prefiere que no se sepa de él. 
Salvador cuenta que llegó  a ofrecer sus rosas frente a una plaza comercial y sin hacer amigos comenzó a laborar. 
Ahora, todos lo conocen como ‘El Flores’. Pues sin importar cuántas se necesiten, si de una flor se trata, él se encarga.
‘En más de diez años, nunca me han preguntado cómo me llamo. Si se necesita una, dos o tres flores, simplemente me gritan ¡El flores ven para acá!, y yo voy con mi cubeta repleta’, menciona.
 
CAMBIO DE VIDA. Así lo hace desde que tenía 52 años. Cuenta que su lugar de origen era el estado de Hidalgo, pero en el trabajo le fue mal y decidió que ya no había qué hacer allá. 
 
Por eso, encontró su camino en Atizapán, y hoy, en su sexta década de vida y con un par de años más, sus rosas de colores se han convertido en el símbolo de amores al norte de la ciudad.
 
Las vende a las parejas y hasta a los que no lo son. A los enojados, a los comprometidos, a las que le rezan al amor y hasta a algunas mujeres que ‘aunque no las reciban con cariño de alguien más’, se toman un segundo para admirarlas.
Salvador dice que así son sus flores, justo como el amor, entregadas y no te piden nada a cambio.
 
 A él no le fue mejor en el amor. Añade que su esposa lo dejó por un ‘diablero’ porque tenía más dinero que él.
Por eso, él cree que las flores son como las personas, algunas se abren, algunas no, algunas salen buenas, algunas salen malas.
 
Salvador asegura que las flores que vende duran más de una semana por amor y  aunque a él ya no le regresó, disfruta ver cómo brota entre las parejas.
 
‘Hay jóvenes que aún tienen un poco de cariño por mantener y regalar una flor a una mujer. Hay quienes no y lo han ido perdiendo. Pero si de alguno me acuerdo, hubo uno que me llegó a comprar 50 flores, se veía que tenía mucho amor por su mujer, ¿y qué hace uno en esos casos?, pues le vende todas’, añade.
 
A algunas de sus flores las pinta de colores durante la noche y las deja reposar, a otras las adorna y las coloca en una esfera. Salvador llega temprano a su lugar de trabajo debajo del puente peatonal y las prepara para aguantar el día. Ahí ha estado más horas de las que puede contar, y es que este hombre no descansa en nombre del amor.
 
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