VIDAS CALLEJERAS

03/12/2014 04:00 Paola Ascencio Actualizada 04:18
 
Con un hilo grueso y de color azul brillante, Cristian Rivera teje un collar justo como le enseñó su madre. Y es que este joven artesano crea joyería con piedras semipreciosas, utilizando únicamente la ayuda de sus manos y la pasión que mantiene viva su tradición familiar.
 
Cristian es originario de Ecatepec, lugar donde aprendió, de su madre artesana, una técnica para trabajar con oro y plata. Al fallecer ella, él buscó su vocación en las calles para encontrarse a sí mismo, probando desde las percusiones africanas, hasta los malabares en los semáforos; sin embargo, la sangre artesana que corre por sus venas marcó su futuro. 
 
“Desde hace 14 años  me dedico a esto. Son 14 años de resistencia, porque la gente nos cataloga como vagos. Pero no por ser mestizos significa que ya no somos artesanos”, asegura este joven que mantiene su tradición familiar entre los hilos de colores que brillan bajo el sol.
 
 Tejiendo con diferentes técnicas, Cristian combina la belleza de las piedras semipreciosas con el hilo macramé para hacer todo tipo de joyería. Collares, pulseras, dijes y anillos presumen su belleza en la pasarela de gemas que atesoran la minería mexicana. Y es que Cristian ha viajado por todo el país para conseguir las piedras semipreciosas con las que fabrica sus productos.
 
Desde Baja California Sur, hasta la península de Yucatán, pisando playas, bosques y desiertos, este artesano comparte su oficio con otros de su género. Pues en cada estado que visita, se reúne con lapidarios artesanos, quienes le otorgan las piedras para que pueda continuar con su trabajo.
 
Con jades, turquesas, ámbar, obsidiana, labradoritas y otras piedras semipreciosas más, este artesano elabora todo tipo de collares para sus clientes, quienes le han llegado a hacer pedidos especiales, que Cristian trabaja en su casa para evitar ensuciar las piedras; como el jade, que es más delicado. Sin embargo, aun con algunos clientes frecuentes, la vida de artesano le ha traído sus desventuras.
 
“Nosotros ya estamos en peligro de extinción. La gente cree que los que trabajamos en esto somos niños de la calle y nos cierran las puertas. Trabajamos en la calle, pero no somos de la calle.  Por lo mismo, prefieren comprarle a pseudo-artesanos que compran las cosas y las revenden en ferias o exposiciones, mientras nosotros, que las hacemos, no tenemos el dinero para pagar espacios”, menciona Cristian. 
 
Pero los largos viajes que este joven artesano ha hecho por todo el país, le han traído buenas amistades. Y es que en San Cristóbal de las Casas, en el estado de Chiapas, Cristian conoció a Iván, otro joven dedicado a la fabricación de joyas con alambre, a quien reencontró en la ciudad de México, y con quien ahora comparte la banqueta en las calles de la colonia Roma.
 
Mientras tanto, Cristian termina de cercar con hilo grueso la piedra semipreciosa en el collar que estaba trabajando. Con la técnica que le enseñó su madre y con la misma que mantiene viva su tradición familiar.
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