CUARTO VIOLETA: Me ha dado los mejores orgasmos de mi vida”

02/12/2015 04:30 Srita. Velázquez Actualizada 16:56
 
Mi ex es grosera y mentirosa, pero sabe dónde está mi punto G y mi talón de Aquiles
 
¿Por qué seré tan necia? Hay una chica que me quiere, es independiente y tiene una personalidad que atrae al mundo entero: Eva. Además, lo más importante, sabe dónde está mi punto G. (Existe y no es un mito, por si tenían el pendiente). Me ha hecho sentir los mejores orgasmos de mi vida.
 
Cuando nos vemos, platicamos de infinidad de cosas, tenemos sexo en el auto (o en su casa, o en un hotel, o en el baño....) y terminamos con una cena romántica en un lugar nuevo cada vez.
Pero también está ‘Ale’. Una ex novia de hace muchos años que rompió mi corazón cuando apenas comenzaba a estrenarlo. La odio como a nadie, pero me encanta al mismo tiempo. Es egocéntrica, presumida, grosera, mentirosa, hipócrita y falsa como ella sola. Pero me trae loca.
 
¿Cómo es eso posible?
 
Esta semana traté de hacer un experimento para encontrar una explicación a semejante ridiculez. A Eva la vi por la mañana y a ‘Ale’ la cité en la tarde. Cuando Eva llegó, sonreí, la abracé y le di un beso en la frente. Fuimos a desayunar, por un café y finalmente a su casa. El sexo fue escandaloso y violento, incluso se puso un conjunto que había comprado exclusivamente para esa ocasión.
Aunque ella quería algo más romántico, traté de mantenerme distante y enfocarme sólo en el placer. El final fue lo mejor porque ambas tuvimos una serie de orgasmos que nos dejó aturdidas. Ella lo hizo excelente, porque estuve una eternidad en el cielo y terminé como muñeca de trapo. La escena era brutal: su cabello alborotado, ojos entrecerrados, la ropa en el piso y un arnés que nos entretuvo por un rato a un lado. Ella estaba de espaldas, exhausta.
 
Cuando me recuperé de tremendo clímax me acompañó hasta la puerta. Comenzó a besarme justo donde inicia el cuello y terminó con un beso largo y profundo de despedida. Antes de darme la vuelta me susurró al oído un ‘te quiero’.
 
Por la tarde, con todo el cinismo del mundo en la cara, vi a ‘Ale’, la ex. Antes de siquiera verla me sentía extrañamente nerviosa, como en una primera cita. Cuando finalmente llegó al punto de encuentro, no podía dejar de sonreír nerviosamente y tartamudear. Mi reacción era ridícula, porque ella lucía de lo más normal.
 
La invité a comer y a tomar café en una de las miles de cafeterías de la Roma. Mientras la veía y me enfocaba en memorizar sus labios, ella sacaba constantemente el celular y lo ponía frente a su cara.
Cuando trajeron lo que habíamos ordenado comenzó la recapitulación de nuestras vidas.
 
Recordamos la época en la que teníamos 15 o 16 años y fuimos nuestra primera vez. Le conté de mis proyectos, de mi trabajo, de lo mucho que había cambiado después de tantos años. Ella me contó de su cambio de carrera, de accidentes y... de las miles de mujeres con las que salía.
 
Eran tantas que ni ella sabía bien cuántas eran. Me habló de noches de sexo y de engaños.
 
Incluso, recuerdo un ‘perdona que esté tan rara, ayer llevé a alguien a mi casa y no dormí en toda la noche’.
 
Me di cuenta que ‘Ale’ aún era la misma niña inmadura de esa época.
 
Como en otras ocasiones, no dije nada. Ya saben, usualmente hay que temerle más a las calladas que a las presumidas.
 
Luego de casi dos horas de escucharla hablar de su poliamorosa vida, terminó la cita. No hubo sexo ni besos ni nada. Sólo una despedida amistosa y también un ‘te quiero’ al final, pero lo peor vino después: el experimento fue un fracaso y me quedé sin saber por qué estaba completamente loca por la persona equivocada. Llegué a la conclusión de que siempre hay un talón de Aquiles... o un lapso de estupidez.
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