LA BANQUETERA: Los sopes de Viaducto

02/10/2015 16:48 Actualizada 17:12

 

En el año 2000, la noticia de unos sopes nuevos en la colonia Álamos se daba a conocer entre rumores. La dueña, Alejandra García, provenía de unos más conocidos, llenos de fama y de franquicias por todo el DF. 

Pero Alejandra no llegó tarde a la ciudad con la idea de compartir sus sopes de sazón casero; de hecho, fue el señor Flores, dueño de los Sopes de la Nueve, quien le ayudó a montar su local. Comenzó con el mismo nombre. Seis meses después, se le pidió que lo cambiara por uno original. 

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Y es que por cuestiones legales, no se había registrado como una franquicia más. La colaboración fue un éxito, Flores se convirtió en el maestro de Alejandra, quien aprendió a preparar, montar y servir los sopes como se hacía en ese lugar. Así se iniciaron “Los Sopes de Viaducto”, un changarro familiar donde el sabor casero se distingue entre cada tortilla de maíz y cada mordisco a sus ingredientes servidos como especialidad. 

El lugar ocupa la esquina entre Isabel la Católica y Obrero Mundial. Un local vestido de blanco, con una plancha oscura y larga al frente, engalanada con alineadas y ovaladas figuras de masa y perfumada de un incitante olor a pechuga, bistec, tocino y champiñones. 

En la cocina, las hermanas de Alejandra se dedican a preparar los guisados, mientras otras mujeres ayudan a atender al comensal que acaba de llegar y que se sienta en una de las mesitas de plástico azul que reposan fuera del local.

Dicen algunos que las mujeres son de malos modos. Pero no te dejes engañar, lo cierto es que son de rostros y gestos recios, cejas pobladas, casi enojadas, pero que contrastan con su gran personalidad amable. Nunca dejan solo al comensal, mucho menos lo hacen esperar.  

La preparación es fresca y de momento. Cuenta Alejandra que sus sopes se volvieron tan requeridos, que necesitaron mejorar la producción familiar. 

Por eso, ahora tienen una máquina de tortillas manual, de la cual, las redondas figuras de masa pasan directito al comal. 

Ahí se fríen con poco aceite. Se cubren con capas de queso chihuahua y una vez que el queso se derrite y envuelve —en un aspecto fundido y burbujeante— la base elíptica de maíz tostado, se colocan cuadritos del ingrediente, además de una lluvia de queso rallado fresco. Las proporciones son grandes: poca masa y mucho ingrediente. Así lo prefieren en este lugar. 

Los frijoles son a petición del cliente. Y su peculiaridad es la transformación del sope tradicional. Por eso la capa de queso derretido es el cimiento de sus creaciones acompañadas de componentes como nopales, huevo, costilla y hasta cochinita. 

 

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